lunes, 9 de noviembre de 2009

Nosferatu

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Publicado en Babel36:

La adaptación de Murnau para el cine, en 1922, de la novela de Bram Stoker, “Drácula“, está considerada la primera película de terror de la historia. Tanto el título como el nombre de los personajes fueron cambiados debido a que la viuda de Stoker les denunció por usurpación de la obra de su marido, negándose además a la venta de los derechos. El juicio lo ganó la viuda, pero para entonces ya estaba en fase de distribución. Los originales de esta polémica película sufrieron un auténtico calvario, porque el tribunal ordenó que se destruyesen todas las copias de la cinta, aunque algunas lograron sobrevivir permaneciendo escondidas en casas de particulares, motivo por el que hoy existen diferentes versiones, dependiendo del montador y de los trozos de cinta que encontraba.

El vampiro que interpreta Max Shereck tiene poco que ver con la mayoría de los que a posteriori fueron llevados al cine encarnados por reconocidos actores como Christopher Lee, Gary Oldman, Bela Lugosi o Langella. Cuando hablamos de Drácula, casi siempre nos viene a la mente de modo recurrente ese flamante hombre preso de una extraña y espantosa maldición que le obliga al consumo de sangre. Sin embargo, el vampiro de Murnau se aleja de casi todos los clichés que a lo largo de la historia del cine han conformado el personaje. Shereck no es un tipo apuesto y seductor, sino un enfermo cuyas reacciones son más parecidas a las de un animal que a las de un ser humano; incluso la diferencia con el estereotipo de Drácula llega a ser física, ya que el conde Orlock (nombre que recibe en la película) que dibuja Murnau es un ser permanentemente en la sombra, con orejas semejantes a las de un murciélago, uñas como garras y colmillos centrados en la dentadura. Sólo Werner Herzog construye un personaje de similares características artísticas en “Nosferatu, la noche del vampiro” con el inolvidable Klaus Kinski en el papel protagónico. Y más tarde, en el año 2000, E. Elias Merhige en “La sombra del vampiro” reinventa el rodaje de film con una ficción que cuenta con John Malcovich en el papel de Murnau y un excelente Willem Dafoe que da vida a Max Shreck, reavivando la leyenda de que se trataba de un actor con verdadero gusto por la hemoglobina humana.

Nosferatu es una auténtica obra maestra del expresionismo, portadora de una atmósfera maravillosa, capaz de manipular las emociones que desea crear a golpe de cámara. No asusta tanto por lo que muestra como por lo que sugiere, oscuros temores asistidos por un estilo visual a base de sombras y claroscuros que soportan gran parte de la película. Murnau utiliza a menudo las esquinas del encuadre, lugar desde el que los personajes acechan y que le sirve para crear la tensión necesaria al no ser vistos en el centro de la escena, como venía siendo habitual hasta entonces en el cine. También es la primera vez que se utiliza el montaje en paralelo de diferentes secuencias que representan un mismo tiempo, intercalándolas para referir cómo diversos acontecimientos suceden a la vez en la narración. Y lo más increíble: el empleo de determinados efectos especiales, pura imaginería, realmente sorprendente para la época; efectos del todo manuales pero que consiguen crear esa atmósfera inquietante impresa en la película y que denotan la mágica capacidad creativa de Murnau: los movimientos rápidos del conde Orlok, la escena de la desaparición del carromato, cuando más tarde el conde surge en medio de la pantalla de la nada o el particular uso del negativo fotográfico para dar la sensación del color blanco en los árboles bajo un ennegrecido cielo.

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domingo, 8 de noviembre de 2009

Vampyr

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Artículo publicado por Ángel Santos Touza en Miradas de Cine:





Antes de convertirse en un cineasta forzosamente poco prolífico —firmando un largometraje por década, en una singular periodicidad—, Carl Theodor Dreyer desarrolló a lo largo de diez filmes las bases de su particular estilo, que en un primer lugar, parecería jactarse de poseer la capacidad de transformarse a placer de una obra a la siguiente. Un factor que alcanza su punto álgido con la realización de La pasión de Juana de Arco (La passion de Jeanne d’Arc, 1928) y la propia Vampyr, obras cumbre de este primer período creativo —que el propio Dreyer señalaba como sus verdaderas opera prima— y diametralmente opuestas en lo formal. Hay en estos dos filmes una particular sinergia creativa que en la colisión de sus planteamientos formales devienen resumen y promesa de toda su obra.

Vampyr surgirá de algún modo como reacción consciente a aquella; una respuesta asentada igualmente en un concienzudo trabajo sobre la imagen pero que conduce la película en una dirección completamente distinta. La abstracción minimalista, de austeros trazos de blancos y negros, que caracterizaba su Juana de Arco será sustituida por imaginativos y dinámicos planos de tonalidades grisáceas y una minuciosa (alucinada) recreación expresionista en escenarios naturales. La interpretación extática que hacía llorar a la Nana/Anna Karina de Vivir su vida (Vivre sa Vie. Jean-Luc Godard, 1962), será reemplazada por un, no menos epatante, realismo de vocación casi amateur. Finalmente, tras haber abordado un tema histórico, concreto y popularmente reconocido como es el juicio y posterior martirio de Juana de Arco, Dreyer aborda en Vampyr el género fantástico, renunciando a la narración en sentido estricto, abordando de modo muy libre el popular tema del vampirismo —según los escritos de Joseph Sheridan Le Fanu—.
En la primera escena de Vampyr, David Gray/Allen Grey, el extraño héroe de la película, llega a una posada del pueblecito de Courtempierre. Dreyer decide mostrar esta secuencia de apertura mediante un extraño montaje en paralelo, poniendo en relación dos acciones de, a priori, escaso peso dramático: la llegada de Gray a su habitación en la posada, y la espera de un campesino a ser recogido por el barquero del lago. La mirada de Gray sugestionada por el estudio de lo sobrenatural, como se nos advierte en el primer rótulo, condiciona la percepción de los acontecimientos. Todo posee desde este primer momento una enorme capacidad de sugerencia simbólica. El barquero se transmuta entonces en un particular Caronte y el campesino con su guadaña es la viva representación de la Muerte. La frontera entre las dos orillas de la laguna se pierde entre la niebla.
La primera noche en la posada llega cargada de extraños acontecimientos y es entonces cuando Vampyr se abre como un extraño sarcófago que contiene la esencia del cine que Méliès creyó ver en él: un mundo plagado de reflejos, ilusiones y fantasmagorías que trasciende su propia esencia —trucajes, efectos— para conducirse(nos) más allá. Sorprende observar como el meticuloso creador de puestas en escena de pureza y sobriedad extremas, da en este momento rienda suelta a un catálogo de imágenes chocantes e ingrávidas —reforzadas por la opacidad táctil de los grises extraídos por la cámara de Rudolph Maté— en las que una serie de presencias misteriosas nos conducen de una escena a otra en un puro placer estético. Hay algo de primitivo y anacrónico, de moderno y amateur a un tiempo en Vampyr que fascina hoy como pudo hacerlo en su momento, estableciendo extraños lazos que conducen de Méliès y Murnau a Lynch y Trier.
En la secuencia final un nuevo montaje paralelo conduce triunfantes a Gray y Gisèle, caminando entre la niebla, de nuevo hacia la otra orilla del lago, mientras que la noche deviene día y la blancura de la niebla se confunde con la de la harina que ahoga definitivamente al Doctor, la encarnación del mal. La maquinaria se detiene. Poco antes, una (otra) resurrección. Léone, la hermana de Gisèle, herida por la mordedura del vampiro, levanta su torso postrado en la cama y exclama con la mirada perdida: «Me siento fuerte. Mi alma ya está libre». Los milagros, en el cine de Dreyer, abundan.

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sábado, 7 de noviembre de 2009

Diez años sin Kubrick - Especial de Días de Cine


El pasado 7 de marzo de 2009 se cumplieron diez años de la muerte de Stanley Kubrick. Con motivo de dicho aniversario y el inicio de nuevo de la actividad del Colectivo Aula de Cine con la película ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, incluimos aquí el especial de Dias de Cine dedicado a dicho aniversario.

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Algunas escenas de ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú

Fluorización del agua


Coca-Cola


Escena de la bomba


Preservar la especie humana


We'll meet again

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