Sweet Sixteen - 2002
Aula de Cine proyectará el próximo 22 de octubre a las 20:00 la película Sweet Sixteen de Ken Loach.
En este drama social sobre un adolescente que se propone rescatar a su despedazada familia de un abismo marginal, Ken Loach vuelve a la carga con su particular estilo de denuncia. El film ha pasado airoso por la 47 edición del Festival de Cine de Valladolid, consiguiendo la preciada Espiga de Oro y también el premio a la mejor fotografía, y por si fuera poco, obtuvo en el Festival de Cannes el Premio al Mejor Guión, uno de los más importantes del mundo. Sweet Sixteen es el cuarto trabajo en común entre Ken Loach y Paul Laverty, desde que empezaron a colaborar en 1996 con La canción de Carla. Después ha realizado títulos como Mi nombre es Joe, donde reflejaba el drama del alcoholismo, y posteriormente Pan y rosas.
El film es un nuevo y triste relato reflexivo y fustigador de las circunstancias que viven en el mundo algunos, más bien muchos, sectores olvidados por la sociedad y por los gobiernos de muchos países. Ken Loach nos introduce en un mundo marginal en una zona deprimida de Escocia donde todo se mueve en un círculo sin salida, sin esperanza. Es la historia de Liam, un joven que intenta encontrarle sentido a su vida al cumplir los dieciséis, aunque interiormente crece mas de veinte años en las semanas en la que transcurre la historia, y que quiere tomar las riendas de una familia cuya madre está en la cárcel por un delito menor. Las ansias por querer conseguir algo de dinero para construir la familia a la que nunca ha conocido unida le hace adentrarse en el mundo de la distribución de droga.
La puesta en escena es mucho más clásica que en los anteriores trabajos del director, lo que le permite trabajar según los patrones clásicos de la tragedia y el melodrama. También sigue apostando por la naturalidad (se ha rodeado de estupendos actores no profesionales). Laverty acudió a reformatorios, pueblos y barrios marginales para empaparse de las formas de vida y de habla que retrata la película. Allí encontraron al protagonista, así como a otros de los actores principales, porque Loach asegura que esta forma de trabajo con actores no profesionales es lo que otorga credibilidad y frescura al film.
Espléndido retrato de un joven adolescente que decide cargarse el futuro de su familia a sus espaldas. Liam, inteligente y decidido, pronto aprende que la venta de droga es el mejor atajo hacia la vida tranquila y hogareña que desea para su madre, pero su inmadurez le impide ver que el camino puede que sea sólo de ida, y que conlleva sacrificios que no sabe si serán recompensados. Más que un drama social, "Sweet Sixteen" es un melodrama, pues Loach, sin olvidar su compromiso con las clases bajas, se desmarca de sus anteriores películas -críticas con el sistema- para sumergirse en una historia de familia y amistad cuyos únicos culpables son los sentimientos y las decisiones de cada uno. Un gran canto a la pérdida de la inocencia rematado por una bellísima escena final.
"Sweet sixteen" es un drama durísimo, sin concesiones, que muestra un mundo iconoclasta (no amor, no amistad, no sentimientos, no humanidad), narrado de manera magnífica, sin tregua ni amparo al que asirse, pues la vida de Liam es una vida perdida con un cuerpo machacado a cicatrices y golpes.
El director vuelve a incidir en la temática juvenil, un mundo por el que siempre ha mostrado interés. Tal vez sea porque su cine comprometido y social se amolda mejor a personajes cuya fragilidad les hace subir y caer más rápidamente, tal vez porque su fingida neutralidad al rodar disponga de un mayor efecto y lirismo. Que el protagonista de esta historia sea interpretado por un actor no profesional le confiere una mayor frescura al relato, y hace más verosímil esta disección del umbral que separa la adolescencia del mundo de los adultos. Esta salida del barrio a base de dinero y delito apunta a una intuida previsibilidad final, pero la búsqueda por parte de Loach de un espacio propio, y su lucha edípica (el novio de su madre, expolicía, se interpone en su camino) atrapa nuestra mirada. Uno tiene la sensación de estar frente a un continuo homenaje poético capaz de justificar cualquiera de sus acciones, lo que lleva al autor a desligarse de la construcción de personajes secundarios que, salvo el de su hermana (bellísimas escenas en las que ella le cura sus heridas, tanto físicas como emocionales), no aportan una pizca de simpatía. Si acaso esa escena en la que su amigo piensa que va a asesinarle, o la pelea verbal que mantiene con su abuelo. El balance sigue siendo positivo, ya que Loach mantiene sus señas de identidad y no se traiciona a sí mismo. Pesimismo y esperanza siguen de la mano.