sábado, 23 de febrero de 2008

Ni uno menos


El viernes 29 de febrero proyectamos en Aula de cine la película Ni uno menos.


Publicado por José Luis Hurtado en Miradas de cine:


Ni uno menos (Yi ge dou bu neng shao, 1999)

Un homenaje a la inocencia y la perseverancia:

Después de una filmografía convertida en linterna, que título tras título, trataba de alumbrar miradas hacia aquellos personajes y situaciones de una China tradicional, y por ello convertirse en un cronista reconocido y en el cineasta oriental más apreciado de occidente, Zhang Yimou se embarcó en ofrecer una visión de una China moderna y en parte desquiciada en su proceso de globalización, con Keep Cool.

Años antes, había ganado un León de Oro en Venecia, precisamente con una excepción en su filmografía, la irregular Qiu Ju un film que trataba de mostrar los contrastes entre la China campesina a caballo entre el comunismo ignorante y el feudalismo, y la China de la ciudad, moderna, incapaz y cruel para con sus habitantes rurales. Qiu Ju levantó ampollas entre los políticos del país, y aquello no le causó sino numerosos disgustos al director, quien además jamás se sintió orgulloso del resultado final, puesto que sostenía que su visión del mundo rural había resultado en demasía artificial y forzada, nada creíble. En aquel tiempo, en el 92, Gong Li, protagonizaba todas las películas del director, como compañera suya y musa que era, y siendo esa una gran actriz, parece ser que el director nunca llegó a aprobar del todo deficiencias en su interpretación como en el caso del acento a la hora de interpretar el personaje.

Es lógico pensar, que tiempo después el director intentara volver a recuperar esa ambición suya de plasmar un retrato lo más fiel posible de la China rural y de sus contrastes con las urbes receptoras de las migraciones que la paupérrima situación del campesinado chino producía.




Así pues, en 1999, se embarcó en la tarea de rodar Ni uno menos (por la que tiempo después ganaría otro “León de Oro”, paradojas de la vida) con la clara intención de superar los escollos en los que embarrancó Qiu Ju. Y para ello, prescindió de actores profesionales, y directamente eligió a personas que se encontraban ya en ese marco rural, caso de los dos jóvenes protagonistas, Wei Minzhi y Zhang Huike, que en la película se interpretan prácticamente a sí mismos (con los mismos nombres incluso).

Ni uno menos supone además como ya apuntaron numerosos críticos en su estreno, la traslación de Yimou del género melodramático hacia otros estilos que siguió cultivando a partir de esta película (la comedia chapliniana en Happy Times, las películas de espadachines en Hero…); y que en el caso que nos ocupa retoma las formas y temas de Rossellini, sobre todo en la segunda parte de la película. Y es curioso, porque parece que parte del cine oriental retoma en los últimos años el hilo de los neorrealistas, con películas que a veces incluso parecen “remakes” de films italianos de esa época, caso de La bicicleta de Pekín o de la propia El camino a casa, la siguiente película de Yimou, que aunque resulta mucho más melodramática que aquella que nos ocupa, compone una curiosa dualidad con esta Ni uno menos. De hecho parten de una planificación especular, ya que ambas tienen como marco la docencia en las zonas mas deprimidas de la china rural, pero, si en Ni uno menos es la gente del campo la que va a la ciudad para tomar conciencia de una determinada, en El camino a casa, es la gente de la ciudad, la que regresa a esas zonas rurales, para darse cuenta del estado deprimente de unas gentes y lugares, que se aferran a tradiciones, que nada tienen que ver con ese moderno comunismo que el partido en la ciudad propugna. El campo ha sido dejado de la mano de Dios, y el choque con la cultura y con el comunismo burocrático que imponen los alcaldes locales produce situaciones esperpénticas.

En realidad el campo chino se muestra como un lugar azotado por todos los huracanes del planeta, un sistema político que les desfavorece, el desprecio de los que gobiernan y viven comodamente en las ciudades, que hablan de ellos refiriéndose despectivamente como campesinos, y ya por si fuera poco, una globalización que se les escapa de las manos, y que por culpa de la televisión desean, pero a la que ni siquiera pueden aspirar, como se muestra en la magnífica escena de esos dos botes de Coca-Cola, compartidos como si en su interior contuvieran oro líquido.



A pesar de su carácter crítico, la película sin embargo pudo pasar la censura china (tras unos retoques que luego comentaremos), porque intencionadamente o no, en el fondo defiende parte del ideario chino comunista, basado en la solidaridad de todos (aquí se ve más la mano de la intervención gubernamental en la manufactura de la película) y en el ideario de servicio a los demás (pienso que esto de forma involuntaria).

La cuestión del servicio a los demás, porque Ni uno menos es también y ante todo, un hermoso poema a la vocación docente. Wei Minzhi la adolescente que de pronto tiene que hacerse cargo de una escuela con alumnos desde tres años hasta casi su misma edad, y a la que sólo le motiva la retribución económica que recibirá por su trabajo, emprende un viaje interior motivado por el miedo a perder su retribución extra (si uno solo de sus alumnos deja la escuela, el alcalde no le pagará un dinero extra que le promete por eliminar el absentismo) que acaba convirtiéndose en una búsqueda de su propia vocación de servicio a los demás. Cuando Wei vuelva al campo con Zhang habrá encontrado mucho más dentro de sí misma que un simple dinero, y se habrá convertido en un elemento activo y muy importante del núcleo social del que ella parte. Toda una lección para nuestros docentes, muchas veces introducidos en el mundo de la enseñanza por la imposibilidad de encontrar un empleo que les permita ganarse la vida de otro modo, y que en algunos casos como Wei consiguen de algún modo u otro encontrar algo que les hace tomar conciencia de su papel en la comunidad educativa y les hace amar su trabajo, y que en otros muchos casos, ejercen una tarea para la cual no están capacitados ni psicológica, ni anímicamente, y que terminan odiando, (cuantas estampas tiene uno que ver todos los años en esos institutos del mundo que recuerdan a esas primeras mañanas de Wei Minzhi a cargo de la escuela de la película).

Pues bien, ese servicio a la comunidad, como digo, no sé si intencionadamente o no (el tema vuelve a repetirse de nuevo en El camino a casa, cuando el hijo ha de reinterpretar el papel que su padre ha tenido como maestro de escuela en la comunidad rural que él un dia abandonó), es o forma parte de un ideario comunista que ajusta a cada individuo un papel activo en la sociedad, de entrega y servicio, el “ser útil a los demás”. La ciudadana Wei es por ello en el film, transformada de elemento pasivo y poco productivo, a elemento activo productivo dentro de su entorno.



El otro tema que defiende la película, es el de la solidaridad. Yimou no sé si obligado o no, hace una lectura positiva de la burocracia y contrapone dos figuras, la de la recepcionista impasible e inmisericorde que parece sacada de Qiu Ju y el del director de la televisión compasivo y solidario con la búsqueda de Wei. A partir de ahí, desconozco salvo los títulos finales de la película ensalzando la solidaridad, que es de la cosecha propia del director y que es de la cosecha del censor, aunque desde luego el film se resuelve de forma un tanto artificial (la única lacra de una película hermosa e impecable), que pone el acento en la solidaridad de una sociedad comunista, aparentemente sensible a los problemas de sus miembros más desfavorecidos.

Sin embargo, subyacen de ese final, dos elementos muy interesantes, en primer lugar, que la forma de llegar de los periodistas al pueblo, es contradictoria con aquello que parece quererse transmitir, puesto que los presentan como sólo interesados en la foto, en lo que los televidentes quieren oir, y que para nada profundiza en los problemas y en las necesidades de las personas que tienen delante. Estamos ante un Bienvenido Mister Marshall, con unos reyes magos que llegan al pueblo, dejan sus regalos y se van si influir absolutamente en nada más en la vida y miserias de sus habitantes.

Por otro lado, de esa situación extraemos no pocos puntos de reflexión acerca del tema de las desigualdades sociales y movimientos migratorios. Yimou postula que la solución a la pobreza de los protagonistas, no está en dejar su casa e irse a malvivir y mal trabajar en las ciudades, sino en que se aporten a esas personas los recursos necesarios para salir adelante en su mismo entorno.

En ese caso, la auténtica imagen de esperanza que transmite el film, es la de esos niños que cierran la película, y que con sus tizas nuevas, de colores (hemos pasado del monocromatismo a un policromatismos que al igual que el arco iris simboliza la esperanza), con esos recursos que se les ha aportado desde fuera, son capaces de escribir por sí mismos, y aprender a generar su propio futuro, un futuro, en color.

Ni uno menos se convierte por lo tanto en una de las películas que mejor defienden con imágenes las doctrinas del comunismo, y de las que más enseñan a la falsa moral occidental sobre el reparto de riqueza e inmigración. Y todo ello, como en las grandes obras, se hace a la vez que se pone en tela de juicio, aquellas cosas del sistema que no funcionan. Pero decir a estas alturas que Zhang Yimou es uno de los más grandes narradores de nuestro tiempo, es redundar en lo obvio.

Leer más...