jueves, 24 de enero de 2008

El testamento del Dr. Mabuse




El viernes 25 de enero proyectaremos en el ciclo dedicado a Fritz Lang la película El testamento del Dr. Mabuse.

Comentario publicado por Daniel Rojo en Miradas de Cine:

Las siete vidas del primer gran terrorista del cine

«El propósito final del crimen es establecer el eterno imperio del crimen, un estado de completa inseguridad y anarquía».

Dr. Mabuse

El testamento del Dr. Mabuse, el segundo filme sonoro de Fritz Lang, atesora muchos méritos, entre ellos, el ser el primer thriller sobrenatural de la historia del cine. Por encima de la intriga policíaca, de las obvias comparaciones entre la red criminal de Mabuse y el alzamiento del partido Nazi en Alemania y de los logros en el campo de la edición de sonido, la imagen más potente del filme, la que resume su esencia, su poder para intranquilizar al espectador moderno que ya lo ha visto todo y su vigencia es la del espíritu del difunto doctor situado frente al psiquiatra que le ha tratado durante sus largos años de internamiento, susurrándole que la verdadera esencia del crimen no es el beneficio económico, la venganza o el poder sino la desestabilización completa de la sociedad para que de sus cenizas surja un nuevo orden basado en el mal.

Con semejante discurso, no es de extrañar que Goebbels prohibiera en 1933 el estreno del filme para que a nadie se le ocurriera pensar que lo que contaba el señor Lang, un exitoso y populista cineasta en su país, podría estar ocurriendo a la salida del cine. El fantasma del Dr. Mabuse tomando posesión del cuerpo de su psiquiatra es un reflejo de cómo el partido Nazi vampirizó a todo un pueblo hundido tras la I Guerra Mundial. Sin embargo, lo que hace grande al filme de Lang es que no se quedó en una profecía de lo que podría llegar a pasar en Alemania tres años después.



El doctor Mabuse de esta película ya no es el criminal extorsionador con poderes hipnóticos que protagonizó dos filmes de la etapa muda de Lang. Su lugar ya no está en los casinos, las cajas fuertes de los bancos o los hogares de los millonarios. Al comienzo de esta película descubrimos que lleva varios años ingresado en una institución mental, en un estado semivegetal. No habla, no se mueve, únicamente escribe su testamento: un plan final para establecer el imperio del crimen en el mundo usando como arma el terrorismo. Aunque reducido a un simple cascarón, se las ha arreglado para organizar una compleja red criminal con su espíritu. La amenaza de Mabuse ya no es tangible. Es el hombre agazapado en la sombra, una voz que dicta sus órdenes a través de otros individuos o de grabaciones. Cuando muere y su espíritu ocupa el cuerpo de su psiquiatra se convierte en alguien a quien no se puede atrapar porque no existe. El terrorista definitivo o, lo que es lo mismo, la gran amenaza de este siglo. Sin saberlo, Lang se adelantó a su tiempo en más de 70 años. La intangibilidad de Mabuse, que se mueve a través de otros y deja su voz grabada en fonógrafos, es la misma de los terroristas de hoy, la de Ben Laden, alguien de cuya existencia se llega incluso a dudar pero que es capaz de controlar a su gente y amenazar al mundo con una grabación.



Para enfrentarse a Mabuse, Lang y la guionista Thea von Harbou —su mujer por aquel entonces— decidieron recuperar al comisario Lohmann de su anterior largometraje, M. El inspector es la antítesis de Mabuse, un hombre empírico y campechano, que se guía por su ingenio y disfruta de los placeres más simples de la vida: un cigarro, la siesta, una noche en la ópera. Es el pueblo alemán que se resiste a ser subyugado por el nazismo. Con su inteligencia racionalista consigue descubrir toda la trama, pero sus esfuerzos son en vano. Al final, el psiquiatra poseído por el espíritu de Mabuse se vuelve loco y acaba encerrado en la misma celda que ocupaba el doctor. El círculo se ha cerrado. Pero el mal, ¿podrá contenerse entre las paredes del sanatorio?



En el apartado técnico, Lang también se adelantó a su tiempo con El testamento del Dr. Mabuse. Su uso del recién descubierto sonido en el cine es, simplemente, ejemplar. Lejos de dejarse deslumbrar por las posibilidades más evidentes del avance y convertir su película en una sucesión interminable de diálogos y verborrea, el cineasta se decanta por el efecto sonoro más que por la palabra para crear una atmósfera de perpetua tensión ya desde la primera escena, en la que un agente secreto de la policía se esconde de dos criminales en un oscuro sótano donde resuena una máquina industrial como si fueran los latidos de su asustado corazón. Explosiones, disparos, choques, el crepitar del fuego… la sinfonía de sonidos escogida por Lang va pareja al imperio del terror que Mabuse intenta crear.

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