sábado, 22 de octubre de 2011

Match Point de Woody Allen




Aula de Cine proyectará el 28 de Octubre a las 20:00 la película Match Point de Woody Allen.


Comentario sobre la película publicado en Miradas de Cine por Antoni Peris Grao:

De gag man a God man

Woody goes West... End

Curiosa y estimulante la trayectoria de Woody, de humorista a autor dramático, de "negro" asalariado que pulía los gags de otros cómicos a creador. Desde sus épocas entre bambalinas construyendo los espectáculos para otros intérpretes hasta la actualidad, su obra refleja las pasiones más elementales del ser humano. De manera coherente y constante (o repetida si se quiere), Allen desglosa, repasa, revisa, analiza y pormenoriza los temores cotidianos de sus personajes. Más allá de la burguesía de Manhattan, el catálogo de manías, ambiciones, deseos y obsesiones de los personajes retratados por el director judío se universalizan en Occidente. No es por ello tan extraño que este Match Point se integre perfectamente en la trayectoria previa de su autor y que no se diferencie del resto de su obra en cuanto a temática ni estilo. La high class londinense, con su impostada naturalidad, no está tan lejos de los grupos humanos, familiares, profesionales o sociales, retratados en Shadows and Fog, Alice, Crimes and Misdemeanors, Husbands and wives, Celebrity, Hollywood Ending o Melinda and Melinda. Estamos muy lejos de la complacencia con que el mismo autor contemplaba a sus criaturas en la encantadora Everybody says I love you. Pero, sin embargo, los personajes son los mismos. O, si más no, sus deseos ocultos. Los Hewett van a su casa de campo como los productores de Poderosa Afrodita o Hollywood ending se refugian en sus fincas. Su mundo está cerrado en torno a sí mismo como el del entorno de Alice o Todos dicen I love you. La infidelidad de Jude en Crimes and Misdemeanors es equivalente a la de William Hurt en Alice, a la de Kenneth Branagh en Celebrity y a la de Tom Hewet quien deja a su devaluada novia en cuanto encuentra mejor partido.
La diferencia a la que público y crítica han aludido al recibir la nueva cinta de Allen no radica, pues, en el tema, sino en el tono. El gag man que era Allen se recicló en uno de los mejores guionistas americanos y, con los años, Woody, aun con su nombre en diminutivo y con su aspecto desmañado y tímido de vecino de al lado, se ha erigido como uno de los más destacados demiurgos del cine. Creador de tipos y situaciones, este God Man determina el destino de sus personajes, les hace prisioneros de sus pasiones y luego les lanza al río de la vida. Aquel divertido, irónico, coro griego que puntuaba la acción en Poderosa Afrodita, se desvanece en la última propuesta de este autor que plantea la suerte como el determinante último de nuestras vidas, por encima del libre albedrío o de cualquier divinidad.
Match Point podría ser la película complementaria de Crímenes y Faltas. Sin embargo, más allá de una valoración inicial, podemos darnos cuenta que Allen no nos dice exactamente lo mismo. Crímenes y Faltas, una de las obras maestras del director, y también una de las más ignoradas, narraba en clave dramática, tres historias paralelas: la de Cliff Stern (el propio Allen), insobornable director de documentales que perderá a la mujer que ama ante un frívolo productor, la del fervoroso rabino (Sam Waterston) que ve las almas de los hombres pero pierde la vista por una retinopatía incurable y la del oftalmólogo que le atiende, Judah (Martin Landau), padre y médico modelo, envuelto en un apasionado love affair que concluye con el asesinato de su amante. Cliff y Judah alcanzan el final de la película fracasados, pese a haber tomado sus decisiones con libre albedrío. Su derrota moral se deberá tanto a la insatisfacción personal como al hecho de reconocer que no hay justicia alguna, humana o divina, que determine los actos ni las consecuencias de los mismos. Cliff no obtiene premio alguno para su labor ni para sus deseos y Judah desespera por un castigo que no llegará. Crímenes y Faltas se cerraba con una amargura que posiblemente la castigó en taquilla (1). Y, sin embargo, la amargura (suavizada) de Melinda y Melinda la ensalzó sobradamente. Tanto como para que todos esperásemos ansiosos un nuevo Allen.
La bola en la red



¿Es el azar lo que determina que Allen guste a la gente? ¿Qué determina que una película concreta, o un autor, caigan en gracia? ¿Por la presentación, por el tema, por el boca–oreja? ¿Por qué Match Point adquiere una repercusión de la que no disfrutó ni disfruta Crimes and misdemeanors? Quizás por estar en el lugar adecuado en el momento adecuado…
Sea cual sea el motivo, Allen valora ahora en Match Point, con lucidez y precisión, el efecto del azar en la vida de un personaje. Alguien a quien este factor cambia el rumbo de manera sucesiva.. Chris Wilton no es un brillante estratega que planifica su trayectoria a largo plazo. Su arribismo no alcanza las cotas del personaje de Branagh que perseguía a ricos y famosos en Celebrity para compartir sus fastos. Chris ha luchado en el Grand Slam y se ha cansado, optando por una vida más fácil, cuando el azar pone la suerte de su lado. Más adelante, en circunstancias realmente difíciles, será el azar quien de nuevo decida por él. La metáfora de la pelota de tenis golpeando la red, oscilando sobre ella, dudando de hacia dónde caer, refleja fielmente la filosofía que Woody refiere, el azar que determina nuestras vidas. Allen, soberbio guionista, revisa en una narración que se prolonga sin ostentación varios años (y estructurada en torno a numerosas elipsis, como en Manhattan) el itinerario de un personaje aparentemente amoral que finalmente se revela como un inmoral a quien el destino le favorece, aun en contra de su "yo" más profundo.
Allen está en forma y utiliza sus bazas de puesta en escena para que reluzca la trama: los juegos de miradas (que ya utilizara también en la ópera en Manhattan), las elipsis de largos periodos (explicitadas por el cambio de vestuario o de clima), la banda sonora (2) y las panorámicas o travelling con objetos interpuestos entre la cámara y los personajes. Y, además, hay que tener en cuenta que Woody encontró a Scarlett. La cámara del veterano amante contempla extasiado a la joven actriz y se recrea en su sensualidad sacando un excelente partido de su rostro y su cuerpo. En pocas ocasiones Allen había conseguido captar este erotismo y transmitirlo a la pantalla como en esta ocasión (3).
Chris Wilton conseguirá finalmente su lugar bajo el sol. Se hace espacio a codazos, pero sin demasiado ruido y sólo la cámara de Allen (y los espectadores con ella) seremos testimonios de sus actos. En un implacable final, Woody nos lleva a una conclusión no menos brillante por amarga, no menos sabia por ácida. La imagen de la pelota de tenis oscilando sobre la red adquiere todo su significado aunque este pueda no ser el que inicialmente valoramos. ¿Es Chris Wilton un vencedor? ¿Ha ganado o ha perdido? Woody Allen ejerce de demiurgo y decide los actos y el destino del atormentado tenista pero será el propio Wilton quién decidirá, fuera de nuestro alcance, hasta que punto disfruta de un destino afortunado. Y aquí radica la diferencia principal con Crímenes y Faltas. Judah comprendía con amargura que su acto era moralmente reprobable y, simultáneamente, de que no tendría castigo. La moral en la que su vida se había basado se revelaba como falsa y desprovista de sentido. En el momento en que Chris debe enfrentarse a sus fantasmas, responde cínicamente frases aprendidas sabedor de que puede esconder la conciencia bajo la alfombra y que toda acción comporta daños colaterales (4). El deseo de castigo, la menor esperanza de justicia, darían sentido a la vida de Judah. En el caso de Chris no son sino artefactos que no sólo no desea sino que el destino, para su suerte, le niega. El demiurgo Allen riza el rizo en una brillantísima escena. Un desconcertado inspector, sabedor de la verdad, ve alejarse toda esperanza de una justa resolución del caso. Al igual que el espectador, pero trazando un envoltorio de comedia mediante el distanciamiento dramático. Una sabia opción por parte de Allen que aleja de esta manera el mal sabor de boca que la conclusión moral puede acarrear. A nadie le amarga un dulce y, como en Melinda y Melinda, el dramatismo queda suavizado.
En cuanto a Chris, los ecos del pasado y de toda moral se disuelven frente a las espléndidas vistas de su apartamento que iluminan la llegada de su hijo, mientras su frívolo cuñado desea que su sobrino sea, por encima de todo, afortunado. La pelota cae a su favor.
(1) Las cintas de Allen que peor han funcionado en taquilla fueron la ambiciosa, compleja, egocéntrica pero excelente Stardust Memories (Recuerdos) que junto a la también excelente Heaven's Gate de Cimino contribuyeron a la defunción de la United Artists y los dramas de tono bergmaniano Interiores, Septiembre y Otra mujer.
(2) Aunque Allen cambia el jazz por la ópera, sigue utilizando la música con sabiduría. En esta ocasión la trama se enriquece al escoger música de la Travista cuando Wilton inicia su escalada social y continúa con Rigoletto, Guillermo Tell y, siguiendo la pista criminal, Otelo y Macbeth.
(3) No es sorprendente que Scarlett Johansson sea también la intérprete de la siguiente película de Allen.
(4) Expresión poco habitual que Allen introduce de modo muy significativa en clara alusión al gobierno USA y a la actitud de tantos personajillos que anteponen sus intereses al bien común.

2 comentarios:

  1. Esta pelicula se la aconsejaria a qualquiera

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  2. Grandes elecciones en las películas, como siempre.

    A ver cuando tenemos la oportunidad de ver "Brokeback mountain".

    Un saludo

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