domingo, 30 de septiembre de 2007

Entrevista a Terry Gilliam, director de Tideland


Entrevista realizada por Ana Rodríguez García para Miradas de Cine:

El cineasta Terry Gilliam presentó el pasado martes 5 de Junio en Madrid su último trabajo, Tideland, que por fin llega a las pantallas españolas dos años después de su paso por el Festival de San Sebastián, donde fue acogida con desigual interés por parte de público y, sobre todo, de un sector de la crítica, que atacó la película con virulencia. Afortunadamente para sus seguidores, este viejo caballero está acostumbrado a enfrentarse, mal que bien, contra los molinos de viento que se interponen en su camino. Con el soporte de un nuevo sello, Amazing Pictures, que apuesta fuerte por el género fantástico y de terror, y de la distribuidora Notro Films, Gilliam se muestra encantado de colaborar con su última película en el intento de seducir a la gente para que entre en los cines.
Sobre Tideland, considerada por David Cronemberg como «un film poético de terror», el propio Gilliam afirma que «está planteada en términos más realistas que ninguno de sus trabajos precedentes». En su opinión, «nadie entiende hoy en día la realidad, por lo que es necesario disfrazarla de lo fantástico».

—La novela de Mitch Cullin en la que se basa la película llegó a sus manos por casualidad, cuando lo descubrió entre una pila de libros sin leer amontonados en su estudio. ¿Qué fue lo que le atrajo para querer contar esta historia?

—El libro me atrapó desde las primeras páginas porque presenta una visión fresca del mundo desde los ojos de una niña que vive situaciones muy difíciles que tiene que reinventar para poder sobrevivir. Pero sin esa visión romantizada de la infancia que se empeñan en mostrarnos hoy en día. Tideland habla de la búsqueda del amor y de las cosas que hacemos para retener aquello que amamos, pero también trata otros temas que forman parte de nuestra realidad, como las drogas, la muerte o la deficiencia mental.

—Tanto niños como locos son recurrentes en su filmografía. ¿Qué es lo que más le interesa de estos personajes?

—Me interesa particularmente la perspectiva de la realidad que tiene un niño porque tiene la capacidad de mirar el mundo con los ojos abiertos, mientras que nosotros (los adultos), sabemos demasiado. Uno de mis cuentos preferidos es “El traje nuevo del Emperador”, en el que el único que ve su desnudez es un niño. En cuanto a los locos, ellos son sabios.

—Esta realidad a la que usted hacía antes referencia comprende aspectos tan terribles como la muerte de los padres o un tipo de sexualidad oscura, ¿es Tideland quizá una visión psiquiátrica del cerebro infantil y de sus miedos?

—No. Los terrores a los que hace referencia la película son terrores adultos, no infantiles. Somos los adultos quienes se los transmitimos. Los medios de comunicación se han acostumbrado a presentarnos a los niños como víctimas, cuando sólo un pequeño porcentaje de ellos lo son. Nosotros vivimos en un barrio tranquilo de Londres, pero incluso mi hijo de doce años tiene miedo de salir a comprar a las tiendas por si le atacan o le roban.

—¿Utilizó algún recurso para proteger la inocencia de la niña protagonista a la hora de rodar alguna de las escenas más “salvajes”?

—Jodelle Ferland era, a pesar de haber cumplido los diez años durante el rodaje, la persona más madura del set. Su madre trabajó a su lado en todo momento, apoyándonos a todos. No necesitamos protegerla de nada porque para ella era todo un juego. Tenía mucho interés en aprender cómo se prepara la heroína, aunque quizá no entendiese el efecto de la droga.
»El personaje de Jeliza-Rose interpreta al adulto de la familia, es una especie de enfermera. Para ella era suficiente con saber que sus padres murieron por una sobredosis, su interpretación sintetiza esta esencia. En cuanto a las escenas con Dickens [1], no son más que las fantasías de una niña jugando a estar enamorada, yo no tuve que dirigirla, todo lo que Jodelle hacía era idea suya.

—¿A qué cree que se debe la tendencia actual del cine americano hacia lo psicótico, con películas plagadas de personajes tarados?

—No lo sé. Yo vivo en Londres.

—¿Cómo construyó el personaje de Jeliza-Rose?

—Para poder mostrar la visión del mundo que tiene un personaje tienes que convertirte en ese personaje. Con Jeliza-Rose yo descubrí al niño que todos llevamos dentro. Pero en mi caso, ¡era una niña! (Risas).

—¿Cómo era Terry Gilliam a los nueve años?

—Vivía en el campo, jugaba fuera de casa, leía... No teníamos televisión, sino radio, así que no tenía más remedio que usar mi imaginación.

—Háblenos ahora acerca del reparto de la película

—Por exigencias de la co-producción con Canadá, parte del reparto tenía que ser canadiense. Lo más problemático fue encontrar una actriz tan joven para el papel de Jeliza-Rose, una niña que fuese capaz de salir durante dos horas en pantalla, dentro de plano. Dos semanas antes de empezar el rodaje, aún seguíamos sin haberla encontrado. Hasta que apareció Jodelle Ferland, una actriz de nueve años con muchísimo talento, un genio.

—¿Y qué hay de los actores adultos, como Jeff Bridges, con el que ya había trabajado en "El Rey Pescador", o Jennifer Tilly? ¿Se involucraron en el proyecto desde el primer momento?

—Esto resultó mucho más sencillo. Yo quería contar con Jeff para el papel de Noah, y él se mostró encantado con la oportunidad de interpretar a Janet Leigh en Psicosis. No le supuso ningún problema estar sentado en una butaca sin moverse horas y horas, aprendió a no respirar con el estómago.
»En el caso de Jennifer Tilly, a pesar de ser una mujer de gran belleza, acabamos convirtiéndola en un monstruo, debajo de una enorme prótesis haciendo las veces de barriga, nos divertimos muchísimo. Es una actriz estupenda, con ella no hacían falta más de dos tomas.
»Brendan Fletcher [2] es un hombre muy atractivo en realidad, se parece a Sting. A Janet McTeer me la encontré hace poco en Londres y no la reconocí... ¡Es también muy guapa! (Risas). Lo cierto es que ninguno de los actores de esta película tiene vanidad.

—En una tensa rueda de prensa que tuvo lugar en San Sebastián en Septiembre de 2005, usted calificó a la prensa de “estúpidos periodistas” por no haber entendido lo que quería contar en su película. ¿Sigue aún sintiéndose incomprendido por la crítica?

—Sólo los estúpidos pensaron que les estaba llamando estúpidos. Creo que lo que en realidad dije fue que hay mucha gente tonta en el mundo, y que no quiero que pierdan el tiempo viendo mi película. Lo que sí pretendo es provocar una reacción en el espectador, del tipo que sea, lo que sea con tal de no dejarlos indiferentes. No me preocupa ser un incomprendido. Me gusta hacer un cine a partir de buenas ideas, para una minoría, películas que sirvan de alimento para la mente.”

—Entonces, ¿no le preocupa que el público rechace la película, calificada por algunos como la “más rara del año”?

—No, en el festival de cine de Sitges tuvo una acogida estupenda, fue un éxito. En Estados Unidos, al setenta y cinco por ciento de la crítica no le gustó Tideland, pero con el público ocurrió justamente al contrario.

—Muchos le acusan de no saber hacer una película “normal”.

—No me considero capaz de rodar una película normal, las que hago reflejan mi visión del mundo. La función del director de cine es demostrar cómo es el mundo a partir de su película. Por ejemplo, antes de visitar Roma, consideraba a Fellini un director de cine fantástico, pero después de conocer la ciudad, me di cuenta de que lo que hizo era un documental.

—"Tideland" es un producto que se encuentra en las antípodas del cine comercial americano. ¿Se planteó rodar antes "El secreto de los Hermanos Grimm" como un trámite para poder dirigir algo más personal?

—Sí, ése fue un proyecto siempre contemplado desde un punto de vista comercial. Para rodar Tideland contábamos con un presupuesto de apenas doce millones de dólares. No pensé que fuera tan difícil conseguir la financiación, me costó dos años reunir el dinero. Tardé otros dos años en conseguir que la película pudiera distribuirse. Las pequeñas distribuidoras son ahora más conservadoras porque apenas tienen dinero. Resulta especialmente duro para el cine independiente, porque algunas películas sólo tienen oportunidad de ser exhibidas en una sala de cine durante una semana.

—Usted realizó una peculiar campaña publicitaria en Nueva York para conseguir que el público acudiese a verla la misma semana de su estreno. ¿Puede contarnos qué fue exactamente lo que hizo?

—El fin de semana anterior al estreno de la película aún no teníamos campaña. Mi hija me dijo que tenía que hacer algo, así que me fabriqué un cartel con un cartón en el que escribí el siguiente mensaje: “Cineasta sin estudio que tiene que alimentar a su familia dirigirá a cambio de comida” y “No somos cineastas independientes, dependemos de vosotros, la audiencia. Que Dios os bendiga, que paséis un buen día”. Una vez en la calle, me dirigí al lugar donde se graba el Daily Show (este programa de la televisión norteamericana, presentado por Jon Stewart, tiene uno de los mayores índices de audiencia del país), y comencé a pasearme entre la gente que hacía cola para entrar como público para ver el programa. Al principio los vigilantes de seguridad quisieron echarme de allí, pero poco a poco la gente terminó por reconocerme. Así que les animé a que no esperasen a la segunda semana para ir a ver la película. De ese modo conseguí hacerle un poco de publicidad. Alguien grabó unas imágenes que ahora están disponibles en YouTube. A las dos semanas, David Lynch tuvo que hacer algo parecido sentándose junto a una vaca. La gente se le acercaba. Los cineastas interesantes tienen que recurrir a estos trucos para promocionar sus películas. Sin vergüenza (en un perfecto castellano).

—¿Qué opinión tiene del actual panorama cinematográfico plagado de películas banales?

—Todos mis amigos se están forrando haciendo esas películas estúpidas.

—¿Cree que el hecho de haber esperado dos años para poder estrenar la película ha resultado negativo?

—Tideland es como el buen vino, que guardado en barril unos años, gana. (Risas).

—Descríbanos en qué punto se encuentra el proyecto inconcluso de adaptación del Quijote, ¿Tiene pensado recuperarlo próximamente?

—Los abogados franceses son los grandes molinos de viento contra los que pelear. Poco a poco avanzamos, incluso hemos conseguido algún trozo de papel con la firma que necesitábamos. Poco a poco.

—"El laberinto del Fauno" de Guillermo del Toro, que se estrenó en España el año pasado, tiene ciertos ecos temáticos comunes a "Tideland". ¿Cree que esto puede perjudicar a su película?

—Cenando con Guillermo en Londres después del estreno, me comentó: "¿Sabes que hicimos la misma película el año pasado?" (Risas). No creo que vaya a perjudicarnos en absoluto, la nuestra es mucho más perturbadora.

—¿Cuáles son los referentes de su particular imaginario? ¿Cuáles son las claves para componer su universo personal?

—Tomo más ideas a través de libros o de pinturas que de otras películas. Desde Brueghel hasta Goya, pasando por Lewis Carroll, Munch o Andrew Wyeth [3].
»Resulta curioso cómo se mezclan las imágenes que tenemos en la cabeza con la realidad cuando estamos planeando una película. Llamé a Mitch Cullin para preguntarle si había pensado en este cuadro mientras escribía. Me respondió que sí. Ambos teníamos la misma imagen en mente. Cuando leí el libro pensé que tenía la misma visión del mundo que yo, pero que estaba mejor escrito. Todo está basado en la mente de Mitch Cullin.

[1] El personaje adulto con retraso mental, con la mentalidad de un niño.

[2] El actor que da vida al personaje de Dickens.

[3] Algunos de los cuadros de este pintor americano, Wyeth, inspiraron a Gilliam y a Nichola Pecorini, director de fotografía habitual del realizador, para buscar las localizaciones para la película. Principalmente uno, titulado "Christina’s World", en el que una muchacha aparece sentada en una vasta pradera de cereales amarillos, observando el horizonte azul en el que se recorta una desvencijada casa de campo.

1 comentario:

  1. "Solo los estúpidos pensaron que les estaba llamando estupidos" Muy buena Gilliam. Este tio tiene originalidad hasta respondiendo en las entrevistas. Por otra parte tiene razón, tideland no es para todos los gustos.

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