jueves, 25 de octubre de 2007

Las tres luces (Der Müde Tod, 1921)



Las tres luces (Der Müde Tod, 1921) de Fritz Lang:
Publicado por Natalia Vías en Miradas de Cine:

Preservaos de fantasmas y magia. Que ningún espíritu malo se apodere de vuestra alma.

Hacia la mitad de la década de los años veinte, llega a París un joven español en busca de un oficio o el despertar de una vocación. Encuentra trabajo en el teatro y se apasiona inmediatamente por la puesta en escena. En aquella ciudad acude con frecuencia al cine y descubre una película que le causa una profunda impresión. Según confesó en alguna ocasión a lo largo de su vida, le hizo comprender que las películas podían ser un medio de expresión y no sólo un mero pasatiempo, como había creído hasta ese momento. «Algo que había en aquella película me conmovió profundamente, iluminando mi vida» (1). El cine se convertiría para él a partir de entonces en un apasionado oficio. Aquel joven español era Luis Buñuel y la película, Las tres luces (Der Müde Tod, Fritz Lang, 1921), rodada sólo unos pocos años antes.

Es muy probable que Las tres luces sea una de las películas más brillantemente concebidas y realizadas y, sin embargo, menos conocida de la filmografía del realizador alemán. Quizás se pase un poco de largo por determinadas películas de esta primera etapa de su carrera en Alemania, el público ha puesto mayor atención en películas más apabullantes como Metropolis (ídem, 1926) o M (M - eine Stadt sucht einen Mörder,1931), esta última, por cierto, la favorita de su director. Sin embargo, Las tres luces causa sorpresa y fascinación la primera vez que la descubrimos, al igual que marcó de forma tan profunda la vida de Luis Buñuel.

«La primera impresión es siempre única —dirá Robert Louis Stevenson—. El primer amor, la primera aurora, el primer contacto con una isla de los mares del Sur, son recuerdos aparte en nuestra vida, y han hecho estremecer en nosotros, hasta la emoción, una especie de virginidad de los sentidos»(2).

Se han vertido ríos de tinta entre los críticos e historiadores al hablar de la carrera bipolar de Fritz Lang. Es un tema recurrente cuando se aborda un estudio sobre su filmografía. Algunos se apasionan con su etapa expresionista alemana en cuanto que otros defienden la plenitud y madurez narrativa que alcanza la obra de Lang en América. Lang nunca expresó su preferencia por ninguna de ellas a pesar de que fue exhortado una y otra vez a responder sobre qué etapa de su carrera prefería. El realizador siempre defendió sus películas alemanas, algunas le gustaban más, como el caso de M y de otras no estaba demasiado satisfecho, como Metrópolis. De su etapa en Estados Unidos también recordaba con satisfacción Furia (Fury, 1936) o Mientras Nueva York duerme (While the City Sleeps, 1956). Siempre intentó hacer con cada nueva película su mejor obra, estuviese en el país en el que estuviese. Lang disfrutaba con su oficio, fue siempre autocrítico con su carrera y absolutamente fiel a sus emociones, que decía, eran las que movían sus películas.

A mi entender la obra de un cineasta forma un todo indivisible, y más, la de un cineasta de la solidez y talla cinematográfica de Lang. Su trabajo en los Estados Unidos, lejos de significar un paso atrás en su obra, enriqueció aún más su carrera, explorando nuevos géneros y trazando nuevas fronteras a su imaginación.

Sus películas americanas serían difícilmente entendibles sin sus primeras obras en Alemania, ya que la influencia del movimiento expresionista se aprecia también, en mayor o menor medida, en sus películas americanas (sobre todo en las películas de temática más negra). Sin embargo, el riesgo, el poder visual, duro, inquietante, enérgico, la riqueza de las puestas en escena, así como su trabajo, a veces sutil y lleno de elipsis con la cámara, concentra todo su esplendor en el trabajo que éste realiza en su país natal. Da a veces la sensación viendo las películas de su etapa americana que Lang se encontraba algo encorsetado, constreñido, que le hubiesen cortado, en cierto sentido, las alas. Y es que los grandes estudios de Hollywood ponían toda una inmensa maquinaria, repleta de talentos, al servicio de los directores aunque con el inconveniente de que sofocaba todo atisbo de originalidad que traspasara los límites de lo que se entendía que debía ser la realización correcta establecida de forma tácita por las majors (3). Esta forma de producción en cadena igualaba el trabajo de dirección, hacía la realización más plana, más insulsa, igualaba las propuestas de los directores. Esta monstruosa cadena de producción debía dar beneficios, así que los riesgos o los experimentos con la imagen serán pocos —existen excepciones—, o ninguno, no fuera a ser que el público americano se perdiese entre originales movimientos de cámara o sutiles juegos de malabares con la narración… (4)

Sobre todo en las décadas doradas del cine norteamericano, de los años treinta a los cincuenta, reconocemos a los directores más por el tipo de género en el que acostumbran a trabajar o por el tipo de narración que utilizan, que por la originalidad y el riesgo en sus propuestas de dirección. Pese a ello, Lang dejó su impronta en América en estupendas películas como Furia, La mujer del cuadro (The Woman in the Window, 1944) o Los sobornados (The Big Heat, 1953).

Su etapa alemana, sin embargo, es, a mi entender, excepcional. Su cine es de una gran solidez intelectual, con grandiosas e imaginativas puestas en escena, con personajes de mayor calado humano y una dirección, con propuestas más arriesgadas, enérgica y fascinante. En estas películas tanto la fotografía como el montaje eran elementos esenciales con los que enriquecer la narración. Tanto fue así que las películas de este periodo marcan un importantísimo punto y aparte en la historia del cine. Para Lang el movimiento expresionista no fue algo que asumió de forma consciente sino que lo hace como algo circunstancial, a fin de enriquecer con ciertas propuestas estéticas e intelectuales, sus películas. Con todo, se convierte en uno de los realizadores que mayor prestigio y carácter dan a esta interesantísima etapa. Una etapa excepcional como lo fueron los profesionales que rodean al realizador alemán y que forjan la etapa de mayor esplendor del cine alemán, el director de fotografía Karl Freund, el productor Erich Pommer, el director artístico Otto Hunte, la guionista Thea von Harbou, entre otros.



Las tres luces es su octava película en Alemania, Lang la definió en alguna ocasión como un cuento de hadas. Es un cuento sombrío, lleno de extraños y fascinantes momentos, triste, fantasmagórico y contiene unas bellísimas metáforas sobre la vida y la muerte. Un viaje a través del tiempo y el mundo, con la fatalidad como caudal hacia la irremediable muerte y el amor como único medio para vencer esa fatalidad. El amor es fuerte como la muerte se declara constantemente en la película.

Fue escrita por Lang en colaboración con su, por entonces, mujer, Thea von Harbou, guionista de la mayor parte de sus películas en Alemania, desde los años 10 hasta los años 30, cuando se separan y Lang abandona su país natal. Escritora de gran talento, no suficientemente reconocido en la historia del cine, empañado por sus ideas políticas (5).

Las tres luces gira en torno al Destino (de hecho, su título en inglés es Destiny), de la lucha contra esa irremediable fatalidad a la que están abocados todos los personajes de las películas de Lang. Esa fatalidad está encarnada por el personaje de la muerte, tema que obsesionaba a Lang y que aparece una y otra vez en sus películas, al que da "vida" en la pantalla un impresionante Bernhard Goetzke, quien trabajaría más tarde con Lang en El doctor Mabuse (Dr. Mabuse, der Spieler, 1921) y en Los Nibelungos (Die Nibelungen, 1924). Su aparición nos hace recordar al personaje de la muerte, grave, siniestra e inmutable, de El séptimo sello (Det sjunde inseglet, Ingmar Bergman, 1957). Goetzke parece bruñido en bronce, hierático y sombrío, la expresividad de su mirada y su magnífica presencia, llenan toda la película.

La película consta de tres historias, es un tríptico que hilvana una historia central. Cada historia transcurre en un país y en un momento histórico diferente pero con el amor, el destino y la muerte como temas comunes. Lang nos invita a realizar con él un viaje fabuloso a los confines del tiempo y del mundo, rozando la frágil e invisible línea que separa la vida de la muerte, la realidad del sueño. La película es una ensoñación, una alucinación, una ilusión semejante a la propia vida. A veces tenebrosa y oscura, otras sin embargo, esperanzadora y mágica.



La muerte hace su aparición en un cruce de caminos. El forastero llega a un pueblo en donde compra un terreno al lado del cementerio y para consternación de los habitantes levanta un enorme muro, sin puertas. ¡Sólo yo conozco la puerta que abre este muro!

Hacia el muro, frontera entre la muerte y la vida, se dirigen las almas de los que acaban de morir. Una joven acaba de perder a su amante. Al intentar suicidarse, consternada por la pérdida, entra en una ensoñación en la que se le aparece la muerte, a quien le suplica que le devuelva la vida de su amante. La muerte la conduce hacia un gran salón donde millones de velas crepitan, se consumen y expiran, representan, le explica la muerte, las vidas de los seres humanos. Esta es quizás la metáfora más bella de la película. La muerte le explica a continuación que está cansada de ver el sufrimiento de los humanos y reta a la joven a vencerla. ¿Será el amor más fuerte que la muerte? Le señala tres velas, tres vidas a punto de extinguirse y propone a la joven que salve al menos una de ellas. Si lo hace, cumplirá la promesa de devolverle a su amado. A partir de aquí se desarrollan tres historias de amor y muerte. La primera transcurre en Arabia, la segunda en Venecia y la tercera en la China Imperial. La joven intenta salvar la vida de su joven amante las tres veces y la pierde otras tantas. Desesperada por la fatalidad del destino, entrega su vida a la muerte para reencontrarse con su amado. La muerte accede a su deseo y por fin los dos jóvenes se reencuentran. El amor será definitivamente más fuerte que la muerte.

Cada episodio en el que está fragmentada la película supone un alarde de imaginación y creatividad. Sin duda, inspirados por los viajes que realizó Lang durante su vida. Este gusto por lo exótico, por los lugares lejanos y la aventura le acompañó durante toda su carrera. Recordemos por ejemplo los dos episodios de La arañas, Los contrabandistas de Moonfleet (Moonfleet, 1955) y El tigre de Esnapur (Der Tiger von Eschnapur, 1959) y La tumba india (Das indische Grabmal, 1959).

El primero de Arabia nos traslada a las Mil y una noches, con un vestuario y unos decorados fastuosos y una evocadora y dulce fotografía (son especialmente mágicos los momentos de la acción que ocurren durante la noche). El que transcurre en Venecia tiene una dirección artística muy cuidada, aunque es quizás el que plantea la trama y la planificación más sencilla. De los tres, sin embargo, el que suele permanecer para siempre en nuestra mente es la historia que transcurre en la China Imperial. Está llena de momentos inolvidables, que nos recuerdan a las ilusiones que el mago Georges Méliès llevó al cine. Repleta de sobreimpresiones, técnica muy utilizada en el cine mudo y gracias a la que es posible hacer que los caballos y las alfombras encantadas vuelen, que la pareja se convierta en una estatua y en un tigre, entre otros momentos maravillosos. Uno de los mejores es quizás cuando Ahi, el mago, hace salir de una caja encantada a un minúsculo ejército. Lang suplió el poco presupuesto con el que contaba con imaginación y trucajes más artesanales, en el mismo plató de rodaje. Esto, con el paso del tiempo, nos hace valorar aún más los excelentes momentos de magia conseguidos en la película.

Los efectos visuales de Las tres luces causaron tanta impresión en su época que Douglas Fairbanks, famoso actor que formaría con Griffith, Mary Pickford y Chaplin la productora United Artist en 1919, compró los derechos para su distribución en Estados Unidos. Más tarde, inspirándose en la estética y en los valores visuales de Las tres luces, produce El ladrón de Bagdad (The Thief of Bagdad, Raoul Walsh, 1924), una fabulosa fantasía oriental, con una cuidada dirección artística de William Cameron Menzies.

Para Fritz Lang, Las tres luces significó el primer gran éxito de la que sería una larga y excepcional carrera. Para el cinéfilo, una película absolutamente inolvidable y para los que no la hayan descubierto aún, significará seguro un sueño tan hermoso como emocionante. Al fin, toda la obra de Lang es un sueño. Un sueño sobre la vida y la muerte, sobre la soledad y el amor, el destino, la esperanza, la venganza y la supervivencia, sobre el ser humano. «Mis películas tratan de temas eternos» (6).

«...Renoir, Ford, Lang, Kurosawa, Sternberg, Walsh, Vidor… Todos son grandes cineastas, porque las películas que ruedan se parecen a ellos, porque expresan al mismo tiempo sus ideas sobre la vida y su idea del cine, y porque estas ideas son consistentes y están presentadas consistentemente» François Truffaut. (7)

(1) Buñuel, Luis. Mi último suspiro (Memorias). Plaza & Janes, S.A. Editores. Barcelona, 1982, pág. 88.

(2) Stevenson, Robert Louis. En los mares del Sur.

(3) Lang trabaja en Estados Unidos desde los años treinta hasta el final de su carrera. Llega a Hollywood en el momento de inicio del esplendor del cine americano. Dirige para Metro-Goldwyn-Mayer, United Artist, Paramount, 20th Century Fox, RKO, Universal, Warner Bros., Columbia Pictures o Republic Pictures.

(4) Los todopoderosos productores americanos influyen decisivamente en el resultado final de las películas, esto a veces fue criticado por Lang, que nunca llegó a tener absoluto control sobre las mismas

(5) Thea von Harbou (1888-1954). Escritora, autora de novelas, relatos cortos y guiones de cine. Contrae matrimonio con Fritz Lang en 1920. Co-escribe casi todas las películas del realizador alemán hasta que se separan y Lang abandona Alemania en 1933 a causa del triunfo del nazismo. Trabaja también para Murnau y Dreyer. Von Harbou se mantuvo fiel al régimen nazi. En tanto en cuanto su amor por la literatura y el cine supuso un acercamiento vital con Lang, sus ideales políticos fueron la causa de su distanciamiento. Continuó escribiendo hasta su muerte en 1954.

(6) Bogdanovich, Peter. Fritz Lang en América. Editorial Fundamentos. Madrid, 1991, pág. 76.

(7) Truffaut, François. El placer de la mirada. Ediciones Paidós Ibérica, S.A. Barcelona, 1999, pág. 289.

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miércoles, 24 de octubre de 2007

Opiniones en Aula de Cine

Requiem por un sueño (Requiem for a dream)
Para mí, es la mejor película del siglo XXI hasta la fecha, de tal fuerza que es de las pocas películas que recordarás toda tu vida.
Uno de los grandes logros del film es conseguir que todos los personajes principales atraigan al espectador para que el montaje paralelo funcione y no se haga monótono. Su estética "underground" hace más atractiva esta película si cabe, destacando también la estratosférica interpretación de Ellen Burstyn, haciendo creíble su personaje, al igual que los demás actores principales, siendo estos más limitados interpretativamente hablando pero demostrando solvencia.
A todo esto se le une su apoteósico final, 15 de los más impactantes minutos en la historia del cine a ritmo de esa maravillosa banda sonora que hará que se te pongan los pelos de punta cada vez que la oigas en una de sus muchas utilizaciones publicitarias en televisión.
Creo que Aronofsky es el futuro del cine, junto a los daneses Lars Von Trier (Rompiendo las olas)y Thomas Vinterberg (Celebración), y alguna de las nuevas figuras coreanas como Bong Joon-Ho (Crónicas de un asesino en serie). Y es una pena que estos directores no sean valorados como lo que son, herederos de los últimos genios del séptimo arte.
Por último quiero realizar una petición, la proyección de una de las películas de Aronofsky en el aula de cine, a ser posible esta que estoy criticando ahora.
Luis Miguel Machín Martín

La fuente de la vida (The fountain)
Película fusilada por la crítica mundial, cuando en mi opinión fue la mejor película del 2006, mezclando surrealismo y drama en una obra de una profundidad impresionante, y una profunda reflexión sobre la vida y la muerte, envuelta en todo momento por una capa onírica y bella de una simpleza aplastante que hacen de este film toda una declaración de intenciones por parte de Aronofsky, que no se venderá a la industria hollywodiense tan fácilmente... ¡Larga vida a Darren Aronofsky!
Luis Miguel Machín Martín

Pink Floyd THE WALL
PROPUESTA AL AULA DE CINE:
He tomado la decisión de proponer al aula un film muy llamativo no solo por su calidad, sino tambien por lo que representa. Se trata de "Pink Floyd THE WALL".
El álbum más importante del grupo, en lo que a simbología se refiere es THE WALL. La fantasía de Roger Waters (bajista de Pink Floyd) por el muro comienza en un concierto de la gira "ANIMALS". Waters ante la actitud agresiva de un fan decide crear un muro psicológico para separar al grupo del público y así no ser incomodados; ese es el surgir del muro. Despues de que Pink Floyd presentara el álbum en publico en 1979 empieza a surgir la idea de llevarlo a la gran pantalla. Esto ocurrirá en 1982 con el estreno de "Pink Floyd THE WALL".
La película es un film de Alan Parker, con unas impresionantes escenas de animación a cargo de Gerald Scarfe. Es practicamente el álbum llevado al cine.
No hay abundancia de diálogo, este solo aparece en puntuales ocasiones, pues el objetivo es la interpretación de la música y toda su simbología.
Es sin duda una de las mejores obras de Parker. Magnífica para oir y para ver. Pink Floyd es un icono en la música rock y por lo tanto su aporte en el cine hasta hoy es imprescindible mencionarlo cuando se habla del cine radical y progresivo.
La película critica basicamente el totalitarismo en general aunque algunos lo han relacionado con la Unión Soviética. Ver los martillos que marchan a paso redoblado es sin dida una imágen inolvidable.
"Pink", el protagonista crece en medio de una locura, la cual le lleva a imaginarse como un dictador y a la vez a aislarse del mundo que le rodea, ese aislamiento lo lleva a cabo con un muro fantástico, el cual culmina al final de la película con la letra "goodbye cruel world".
El film no deja indiferente a quien tiene la suerte de verlo. Es una de esas películas que te "llama" verlas y despues de hacerlo incita a la reflexión sobre ella.
ESTOS SON SUS DATOS:
País de procedencia: Inglaterra
año: 1982
duración: 95 minutos
guión: Roger Waters
dirección: Alan Parker
Espero que lleven a cabo mi propuesta de incluirla en el calendario. Dicha película ha sido recomendada por Jairo López, ex-director del aula de cine de la Universidad de la Laguna. Yo como fanático del grupo y de ese álbum en particular he de decir que llevaba dos años intentando conseguir un ejemplar y despues de haberlo visto no me olvidaré jamas de esas escenas.
José Miguel Rodríguez Pérez

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martes, 23 de octubre de 2007

Requiem por un sueño




Requiem for a dream (Requiem por un sueño 2000) de Darren Aronofsky:
Publicado por Fernando Bernal en La butaca:

‘Réquiem por un sueño’ sacudió la edición de la Seminci como sólo lo hacen las obras arriesgadas, personales y meditadas hasta sus últimas consecuencias. El certamen vallisoletano, siempre de parte del autor y del cine de compromiso (concepto que no siempre tiene que ir unido al adjetivo social), premió esta obra para sorpresa de un público que contempló atónito más de una hora y media de cine intenso y con tendencia a producir desasosiego hasta en los estómagos más curtidos. El responsable de este cóctel de sentimientos extremos es el joven
Darren Aronofsky, último descubrimiento de la ‘factoría Sundance’, que cumple con el siempre difícil trámite de consagrar las expectativas depositadas en las nuevas promesas del celuloide, tras un alentador debut. Pi, opera prima de este estadounidense y obra de culto en los circuitos de versión original de nuestro país, descubrió a un director con inquietud por forjar un universo propio, gran narrador visual, pero que se mostraba incapaz para dominar (o reconducir) todos los vericuetos existenciales, filosóficos y religiosos a los que el matemático al borde la locura –eje fundamental del filme- se enfrentaba, sin mucha explicación. Lo que en ‘Pi’ era desorden, en ‘Réquiem por un sueño’ se torna en premeditadas intenciones, que conforman un discurso ordenado con un objetivo definido.
Una de las principales diferencias entre ambas obras, que guardan similitudes en cuanto a su estilo formal, es que Aronofsky toma en esta ocasión como punto de partida material ajeno, la novela homónima de Hubert Selby Jr., del que ya se pudo ver adaptada en el cine ‘Última salida a Brooklyn. La solidez literaria de la historia permite a Aronofsky sumergirse hasta las entrañas en la adicción, el verdadero hilo conductor de la película. ‘Réquiem por un sueño’ desgrana los motivos de este tortuoso asunto a través de una madre y un hijo, que ven cómo las plácidas playas y los solitarios paseos de Coney Island se convierten para ellos en un infierno. Sara (la excepcional y recuperada Ellen Burstyn) vive obsesionada con los concursos de la televisión hasta tal punto de someterse a un estricto régimen que la convierte en adicta a los fármacos para adelgazar. Su hijo, Harry (Jared Leto) busca la felicidad a través del ‘trapicheo’ fácil de todo tipo de sustancias ilegales; pero él, su novia (Jennifer Conelly, que demuestra ser algo más que un bello rostro) y su mejor amigo (Marlon Wayans) acaban sometidos a la dictadura de las drogas, víctimas de una devoradora adicción.
Darren Aronofsky deposita todo el peso de la narración en un vibrante montaje paralelo y en recursos fílmicos arriesgados (división de la pantalla, alteraciones del ritmo dentro de un mismo plano...) que funcionan a la perfección para ilustrar el descenso a los infiernos, sin posibilidad de escape, de un grupo de personajes sin voluntad y paradigmáticos de los tiempos que corren. El director culmina su obra con un golpe contundente, un gancho directo al mentón del espectador, que se convierte en diez minutos agobiantes, inteligentemente suavizados por la música de cuerda de Kronos Quartet, que ejerce de perfecto contrapunto para el trabajo tecnológico de Clint Mansell (‘Pi’) para el resto de la película. Sin concesiones, Aronofsky plantea el mensaje de ‘no hay salida’ hasta sus últimas consecuencias y consigue una obra sórdida y de difícil, aunque muy recomendable, digestión.

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La fuente de la vida






The Fountain (La fuente de la vida) de Darren Aronofsky:

Publicado por Beatriz Martínez en Miradas de Cine:
El viaje que nunca termina

La búsqueda de la eterna juventud es uno de los temas más viejos del mundo. Perpetuar nuestra esencia a través del espacio y del tiempo, conseguir la inmortalidad de nuestro cuerpo, alcanzar un estado superior de virtud en el nuestra alma pueda sentirse plena y realizada. Son temas directamente entroncados con el espectro místico y religioso que se encuentra arraigado en todas y cada una de las culturas, ya sea cristiana, budista o maya.

En un tiempo como en el que nos ha tocado vivir en el que la mayoría de las películas se centran en el sustrato económico, en el aspecto materialista de nuestra sociedad, encontrar una historia como la que nos narra The Fountain, ya es de por sí una trasgresión a los parámetros globalizadores con los que se viene dando forma a la producción cinematográfica contemporánea en la que definitivamente se han perdido los valores esenciales del ser humano.

El director Darren Aronosfsky pretende recuperarlos en esta fábula tremendamente sencilla en su fondo pero excesiva y abigarrada en su forma que se encuentra configurada a partir de tres conceptos esenciales: el amor, la vida y la muerte y estructurada a través de un complejo sistema referencial de profundas resonancias tanto literarias como legendarias.

The Fontain es un libro cuyas páginas nos embarcan una aventura a través del tiempo y la percepción, un viaje hipnótico, deslumbrante y a la vez perturbador, misterioso y complejo por el que navegamos sin rumbo fijo, meciéndonos suavemente a través de una serie de historias complementarias que se contienen la una a la otra sin que sepamos discernir cuál de ella es la principal, porque todas se encuentran enredadas y confundidas como si fueran las raíces retorcidas de ese árbol erigido a modo de símbolo en cuya búsqueda infinita se embarca el personaje protagonista.
La alambicación del relato así como su barroquismo a nivel visual e iconográfico convierten a The Fountain en una obra magnética y perturbadora, en la que se funde la fantasía y la ciencia ficción y se reviste de misticismo y espiritualidad, casi otorgando a cada uno de estos parámetros un sentido radicalmente diferente que los elevan a una categoría mitológica.


Sin duda alguna nos encontramos ante el proyecto más ambicioso de Darren Aronosky, quien hasta el momento se había movido con soltura en el ámbito independiente gracias a dos pequeñas producciones, Pi. Fe en el caos (Pi, 1998), y Réquiem por un sueño (Requiem for a dream, 2000), películas tan inteligentes como irritantes (como también lo es The Fountain) y que nos revelaron a un director meticuloso y poseedor de un universo obsesivo muy particular. Y es que la obsesión, es precisamente el germen matricial de todo su sistema tanto argumental como formal. Los personajes de sus historias son individuos totalmente desconectados de la realidad que les rodea y que viven encerrados en sus propias neurosis existenciales. De la misma forma Aronosfky pretende plasmar estos estados maniáticos a través de una materialización narrativa repetitiva y recurrente, en la que las acciones se recrean una y otra vez en un bucle insistente e ilimitado cercano a la paranoia.

Eso conlleva quizás que el cine de Aronosky nos resulte incómodo y que en ocasiones planee sobre él la sombra de la pretenciosidad. Pero si en sus anteriores trabajos esos factores se encontraban reducidos por su carácter de producciones mínimas, aquí, todas las virtudes y defectos del director se encuentran elevadas a la máxima potencia. Eso hace de The Fountain un film tan fascinante como a la vez ridículo, ambicioso como al mismo tiempo ingenuo, que intenta explorar cuestiones insondables de la existencia humana y que termina por únicamente rascar en la superficie, desmesurado y desproporcionado pero también desafiante. Su condición de delirio en todos los sentidos (tanto en el plano visual como narrativo, sin contar con un desenlace que excede todos los límites de lo imaginable) lo acerca a un tipo de cine que en estos momentos muy poca gente asentada en la industria de Hollywood se atreve a hacer.

Aronofsky se interna en los límites de la creación abstracta, y ésta solo es aprehensible por los estados cognitivos más puramente sensoriales. Su cine, aunque geométrico y matemático en apariencia termina resultando más emocional que racional, pues son las sensaciones que nos incita el texto fílmico las que nos hacen construir mentalmente la historia a partir de interconexiones de carácter intuitivo. Frases que se reproducen una y otra vez, situaciones paralelas, elementos acumulativos y de sinécdoque, sinestésicos y en última instancia sinérgicos. Una orquestación sinfónica que pone a prueba la lógica y apela a la sublimación de las esencias instintivas de nuestro subconsciente.
Además de la contundencia de la imágenes, en este aspecto también influye decisivamente la construcción musical que realiza el compositor Clint Mansell, quien compone una columna sonora firme como una roca, repleta de texturas y matices que a veces nos acarician con su suavidad y otras nos arrastran con una violencia y oscuridad que casi nos transportan a los ecos del rock industrial de principios de los noventa.



Comentaba Aronosfky en su paso por el Festival de Sitges que "el planteamiento visual de la película es cruciforme", por lo que su estructura sería la de un crucifijo tridimensional. Tres direcciones que sintetizan pasado, presente, futuro, pero en el que también se integra la utopía, la imaginación, la realidad y la ficción dentro de la propia ficción. Diferentes planos que se intercambian, se cruzan y se entrecruzan (en la línea de Izo de Takashi Miike) en un film inabarcable repleto de capas que resuenan las unas en las otras. Puertas que se abren y se cierran tras nuestro paso, círculos, anillos que nos remiten a la idea de reencarnación, de infinitud, de compromiso al fin y al cabo con la persona amada a través del tiempo y de la historia.

Un film romántico y arrebatado sobre la imposibilidad del individuo de alcanzar la perfección y de su empeño por luchar contra la irreversibilidad de las barreras que impone la condición humana.



Publicado por Alejandro Serrano en Fantasymundo:
La complejidad de la película puede asustar en un inicio, pero rápidamente la historia envuelve al espectador, merced a las imágenes y a las tres historias enlazadas. El ritmo narrativo es constante y uno tiene la continua sensación de avanzar hacia un lugar en concreto.
El hecho de que Handel, co-guionista, sea también doctor en neurocirujía, ayudó sin duda a Aronofsky, director así mismo de “Pí” y “Réquiem por un sueño”, a configurar la trama, complicado ejercicio de simultaneidad temporal. Si ya la tarea de escribir el guión fue complicada (después veréis porque), desde el principio hubo problemas más… técnicos. Darren tuvo que realizar grandes esfuerzos, y volverse literalmente loco para ver finalizada esta producción. En un inicio, la Warner Brothers puso sus ojos en el proyecto, y Brad Pitt era el destinado a dar vida a su protagonista masculino, junto a la estupenda Cate Blanchett (Galadriel en El Señor de los Anillos). Pero el guaperas Pitt vió el guión poco adecuado para su carrera y finalmente declinó su participación, dejando en la cuneta a todo el equipo técnico desplazado a Australia. Tras Brad, que terminó rodando “Troya”, se fue corriendo cual gacela Blanchett, y tras ellos dos los 100 millones de dólares de presupuesto inicial. Por supuesto, Aronofsky, que había rechazado jugosas ofertas económicas y artísticas por filmar “The Fountain”, entre ellas el último “Batman” y la esperada “Watchmen”, se volvió loco de atar: su proyecto, largamente acariciado, se esfumaba. Los estudios le retiraron los fondos y todo terminó, menos el crujir de sus uñas cada vez que las mordía. Tras tres años de esfuerzos, estábamos en el 2002 y el proyecto parecía morir.
Pero Aronofsky no se rindió. Llegó a la conclusión de que, si con 60.000 dólares de nada (según los cánones de la industria estadounidense del cine) fue capaz de rodar la exitosa e icónica “Pí”, podría hacer “The Fountain” sin tan jugoso presupuesto. Reescribió el guión para convertir su película en más barata para los estudios y llamó de nuevo a su puerta. Y quien la sigue, de vez en cuando la consigue. Con más de 30 millones de dólares, que ya está bien, y con Hugh Jackman y la guapísima Rachel Weisz, como protagonistas, y con la Warner de nuevo por medio, este magnífico cuento sobre el dolor ve la luz por fin. Aronofsky por fin respira.
No se confundan. La crítica, antes de verla sin duda, ha englobado automáticamente dentro del género de la ciencia ficción a “The Fountain”, a causa de las primeras fotos del rodaje que transcendieron. Pero nada más lejos. La última película de Aronofsky es un canto al dolor que produce de vez en cuando la vida, del esfuerzo por superar la muerte inminente de un ser querido, sobre la resignación.
Tommy Creo (Hugh Jackman), un reputado médico, lucha por descubrir una cura para el tumor que padece su mujer Isabel (Rachel Weisz). Experimenta con primates intentando descubrir la causa y la cura, mientras su esposa languidece próxima a la muerte. Ella intenta que pase con él sus últimos momentos y acepta su inminente muerte, mientras que Tommy ve en los progresos de sus experimentos la cara de la esperanza. Pasa todo el tiempo en sus laboratorios mientras ella empeora día a día. Pese a todo, Isabel comprende y anima a su marido, consciente de que, a pesar de la futilidad del intento, él necesita seguir adelante. Mientras, escribe un pequeño libro, que espera sirva a Tommy para aceptar su destino.
Un argumento inicialmente tan simple se complica y enriquece enormemente por la originalidad del planteamiento de Aronofsky. No se conforma con reflejar el dolor habitual de este tipo de situaciones, garantizado ya por la emotividad inherente a una enfermedad de este tipo, sino que va más allá. Utiliza la historia que escribe Isabel y los pensamientos de Tommy para crear dos realidades paralelas que rivalizan entre sí por alegorizar el dolor real y los sentimientos que atraviesa el protagonista. El espectador se ve atrapado inicialmente por este desdoblamiento perturbador, que resulta confuso a las primeras de cambio, pero se torna imprescindible más tarde, según evoluciona la trama. La fotografía es inmensa, preciosista, está perfectamente dibujada y planificada para ayudar a entender mejor los sentimientos de Tommy. Con el Árbol de la Vida como conductor común y aparente destino final, el personaje interpretado por Jackman evoluciona su dolor desde la rabia y la desesperación, a la impotencia y quizá la aceptación de la muerte de su esposa, pero no sin antes pasar por una serie de estados intermedios, alegorizados de forma contínua por estas dos realidades paralelas.
La metafísica, contínuamente presente en estas dos realidades, quizá pueda agotar y confundir a parte del público, pero sin duda la visión de esta película no dejará indiferente a nadie, no tanto por la crudeza de las emociones y la espectacularidad de las imágenes, sino por la curiosa mezcla de realidad y fantasía épica que consigue Aronofsky. No es una producción para todos los públicos, está claro; el director no la ha rodado para las grandes masas. Ha escrito una historia destinada a hacer pensar en lo que de verdad merece la pena, a conmover la fibra sensible y a disfrutar de las alegóricas visiones.
Hugh Jackman se destapa como un auténtico actor dramático, está de veras inmenso, lo cual resulta una sorpresa. Sus registros interpretativos, escasamente explotados en otros proyectos, se ven reflejados en el protagonista de "The Fountain" de forma magistral. Son en realidad tres papeles en uno, aunque todos ellos con el mismo nexo de unión, la espina dorsal de la película: comparten el mismo dolor, y el mismo afán de superación del mismo.
Pese a que muchos críticos desdeñan a Rachel Weisz, para mí es una buena actriz, sobre todo en papeles dramáticos, como es el caso. Pese a lo difícil de su situación enfermiza, transmite a la perfección el optimismo desesperado destinado a animar a su pareja que comparten algunos enfermos terminales. Los distintos grados de degeneración de su salud saltan a la vista al espectador, que empatiza con ella en mayor grado si cabe gracias a su buena interpretación.
Mención aparte merece la madura Ellen Burstyn, que repite con el director tras intervenir en “Réquiem por un sueño”, por su buen hacer en el papel de Lilian, una compañera de trabajo de Tommy, que intenta poner un poco de cordura en éste. Como siempre, muy eficaz y sobria.
Insisto, la complejidad de la película puede asustar en un inicio, pero rápidamente la historia envuelve al espectador, merced a las imágenes y a las tres historias enlazadas. El ritmo narrativo es constante y uno tiene la contínua sensación de avanzar hacia un lugar en concreto, pese a que en ocasiones las escenas parezcan sucederse de forma arbitraria. Aronofsky no tiene piedad con nosotros, y la música de Clint Mansell no resulta ser demasiado brillante, aunque acompañe a la perfección a las imágenes: eso sí, si queréis música para conciliar el sueño por las noches, comprad la banda sonora.
“The Fountain” es bastante recomendable, pero eso sí, como siempre hay que ser consciente de lo que uno va a ver… cuestión de gustos. En el pasado Festival de Venecia, el público acogió la película con una mezcla de aplausos y abucheos a partes iguales.

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miércoles, 10 de octubre de 2007

Los olvidados






El viernes 26 de octubre proyectaremos en nuestra aula de cine la película correspondiente al presente mes. En esta ocasión rescatamos una extraordinaria película de Luis Buñuel. Se trata de "Los olvidados", título esencial en la filmografía del cineasta español, rodada en México en 1950.

Los olvidados Luis Buñuel (1950)

Publicado por J. A. Souto Pacheco en Miradas de Cine

Los perros de Buñuel

Sentida en su momento como una especie de obra neorrealista al estilo mexicano y cincelada, a su vez, como melodrama costumbrista, Los olvidados se rehabilita en fruto de otra ralea gracias a los fogonazos esperpénticos y el onirismo que Luis Buñuel imprimió en muchos de los planos de la película. Si a ello añadimos la intensa ambigüedad que impregna la cinta, resulta evidente la desvinculación del filme con los postulados de autenticidad y de denuncia del movimiento italiano. En realidad, para unos es un filme documental, para otros onírico; para unos moralista, para otros amoral; para unos realista, para otros superrealista. Seguramente, Los olvidados es todo esto y mucho más.

La película cuenta, entre otras muchas cosas, la relación de vasallaje establecida entre Pedro (Alfonso Mejía), un adolescente imprudente con el estigma del chivo expiatorio a cuestas, y Jaibo (Roberto Cobo), un delincuente sin escrúpulos que lidera una banda juvenil en México DF, escapado del reformatorio. Éste matará a la persona que lo había denunciado. Este crimen, presenciado por Pedro, establecerá entre ambos un invisible vínculo de dependencia que sólo la muerte podrá desbaratar.

Producida por Oscar Dancigers a raíz del inesperado éxito de El gran Calavera, contó con Luis Alcoriza en funciones de coguionista, Rodolfo Halffter a cargo de la partitura y Gabriel Figueroa dominando el objetivo de la cámara, alejado esta vez del esteticismo de la fotografía que imprimía a las películas de Emilio Fernández. Buñuel antepuso el contenido moral al preciosismo de las imágenes. La fotografía de la película bascula entre imágenes realistas y otras donde resalta la plasticidad y lo icónico adquiere valor simbólico. El director de fotografía tuvo sus más y sus menos con el cineasta aragonés porque éste le pidió renunciar a la belleza, aunque, en el fondo, su voluntario feísmo también es una estética laboriosa.



Tras cinco meses de exploración por los barrios en los que se sitúa la trama de Los olvidados, la película se rodó en menos de un mes, permaneciendo después sólo cuatro días en cartel. Su estrenó levantó una desmesurada furia y repulsa entre los intelectuales y políticos del país, considerando que Buñuel había denigrado de manera ingrata y desleal a la sociedad mexicana. El filme retornó la popularidad a Buñuel gracias a su estreno en el Festival de Cannes a finales de 1950. Octavio Paz la promocionó en nombre del Gobierno mexicano y los viejos surrealistas la aplaudieron mientras los comunistas, encabezados por Georges Sadoul, la acusaron de burguesa hasta que un elogioso comentario de Pudovkin en el diario Pravda devolvió la película al lugar que le correspondía. De todos modos, todo este berenjenal no era nada nuevo para Buñuel, pues otra obra suya que guarda muchas semblanzas con la que nos ocupa, Las hurdes (1933), fue considerada insultante para España y rechazada en los círculos oficiales.

Entrando más en materia cinematográfica, en Los olvidados Buñuel va un poco más allá de lo soportable y aceptable. Es un filme molesto, en ocasiones por la violencia explícita de sus imágenes y, en otras, porque el espectador no puede comprender lo que sucede en sus planos. Probablemente se sabe lo que ocurre pero se nos escapa el cómo y el porqué.

Buñuel sitúa la cámara a la altura de la mirada del espectador. En un principio, todo es coherente, y el estilo clásico de la narración así lo confirma. Planos estáticos, preferentemente americanos pueblan, así, bena parte del metraje. Sin embargo, de repente, algo pasa en la pantalla, aparece el Buñuel vanguardista, y hemos de frotarnos los ojos para aceptar lo que estamos viendo. La secuencia de la pesadilla, el asalto al discapacitado del carrito, el ataque al mendigo ciego, los maltratos de éste a los niños, el espíritu negligente de la madre de Pedro y su posterior deambular por las calles para exorcizar su culpa, la sombra de una violación... Es difícil encontrar un episodio éticamente edificante en el argumento de la película pero, además, Buñuel se encarga de hacer estallar nuestros patrones psíquicos bienpensantes al introducir elementos narrativos modernos (aquí si que tienen una intención previa los movimientos de cámara, las panorámicas y travellings, los planos picados y contrapicados, el ralentí, la profundidad de campo, la fotografía oscura, el sonido...).

Además, resulta complicado poder hablar del Bien y del Mal en una historia como esta. Pedro y Jaibo son sus respectivos representantes. Pero Buñuel los observa desde un mismo prisma, con una mirada escéptica que va más allá de juicios morales para mostrar las contradicciones de uno personajes que acaban por provocar amor y horror al unísono. La escena de la pesadilla, de marcado carácter edípico, muestra igualmente las semejanzas de sus deseos ocultos, tanto en el orden del eros como del thanatos.

Asimismo, en el camino de Jaibo y Pedro se cruzan personajes que se camuflan detrás de su propia crueldad, como el mendigo ciego, que oculta su violencia con las clásicas formas del disimulo. Es decir, con la misma estrategia con la que Buñuel nos asesta un tremendo impacto en la sien pues Los olvidados,a pesar de estar hecha dentro de los límites del cine comercial, resulta ser una película personal y poetica. Es imposible permanecer insensible al estilo duro de un autor, al pesimismo, al determinismo social que consigue impregnar las imágenes que nos propone con una considerable carga de realidad. Ésta llega a ser abrumadora, aunque lo verdaderamente sorprendente es que este naturalismo cohabita con lo oculto y enigmático, por la vida psíquica, como si la realidad no fuese tal, como si ésta engañase.

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miércoles, 3 de octubre de 2007

Pi







Pi (Fe en el caos) (1998) Darren Aronofsky

Artículo publicado por Sergio Vargas en Miradas de Cine:
«Es una película puramente comercial. (…)¿Quieres escuchar por qué? Porque la estrella de la película son las ideas. Son las mismas ideas por las que la gente ha sentido curiosidad a través del tiempo». Darren Aronofsky (1).

Max Cohen, el protagonista de la película, dice lo siguiente: «Reitero mis sospechas: 1.Las matemáticas son el lenguaje de la naturaleza. 2.Todo lo que nos rodea se puede representar y entender mediante números. 3.Si se hace un gráfico con los números de un sistema se forman modelos. Estos modelos están por todas partes en la naturaleza. Pruebas: el ciclo de las epidemias, el aumento y disminución del número de caribús, el ciclo de las manchas solares, las crecidas del Nilo, ¿y la Bolsa?…». Respecto a la primera afirmación desde luego no hay ninguna duda, ya Pitágoras se dio cuenta en el siglo VI A.C con varios ejemplos: los movimientos de los astros seguían leyes numéricas, también las formas geométricas tan abundantes en la naturaleza se rigen por los números y sus proporciones, e incluso algo tan maravilloso y tan complejo como puede llegar a ser la música, está subordinado a las matemáticas. De aquí directamente extrapoló (por lo que hasta ahora sabemos de forma exagerada) y dedujo que todo el universo está regido por números. Esto mismo es lo que piensa Max, y a través de la búsqueda de un modelo que represente algo aparentemente imposible de predecir como son las subidas y bajadas de la bolsa, intentará demostrar que existen pautas o modelos que gobiernan el universo. En su camino se interpondrán una empresa de Wall Street y unos estudiosos de la Kabbalah que le perseguirán, para lucrarse a su costa los primeros, para encontrar el verdadero nombre de Dios a través de un largo número con el que Max se ha topado en sus investigaciones, los segundos. Así Max, que ya desde el principio de la historia es torturado por unos terribles dolores de cabeza, entre persecuciones, pesadillas y pastillas, acabará internándose por la senda de la locura, para terminar suicidándose. La de la locura es, por supuesto, una de las posibles interpretaciones de la película y la que yo considero más coherente con lo expuesto en el film, pero por supuesto, ni es tajantemente así ni deja de serlo.

Pi es el primer largometraje de Darren Aronofsky, un director que con solo tres películas en su haber –a la que ocupa estas líneas hay que añadir la posterior Requiem por un sueño (Requiem for a Dream, 2000) y La fuente de la vida (The fountain 2006)– ha conseguido definir un estilo muy personal y bastante reconocible en el que un llamativo empleo del montaje es una de sus herramientas fundamentales. La intención de Aronofsky era conseguir una propuesta cinematográfica innovadora, algo que no se hubiese visto antes, y en la medida de lo posible es lo que consigue, aunque precisamente por esto la afirmación de que Pi es una película comercial sea algo distante de la realidad. A pesar de esto, no es una película sobre matemáticas como mucha gente cree, sino un intenso thriller de ciencia-ficción en donde las matemáticas que aparecen son relativamente pocas, y desde luego accesibles para todo el mundo, e incluso, algo ficticias por momentos.

Fotografiada en en un blanco y negro (blanco o negro en una acertada definición del propio Aronofsky) que soporta por momentos una iluminación casi hiriente, y rodada con el ridículo presupuesto de sesenta mil dólares, Pi narra una opresiva, casi diríase kafkiana, historia en la que el actor Sean Gullette es el encargado de encarnar al matemático protagonista. La sensación de opresión es continua en el minúsculo piso de Max, casi completamente invadido por el megaordenador Euclides, que Mathew Maraffi, encargado del diseño de producción y el protagonista Gullette construyeron a partir de escombros de ordenadores viejos. Además los sueños de Max no son sino meras pesadillas y a esto hay que añadir las continuas persecuciones a las que es sometido el protagonista, desde la pequeña Jenna, que no para de asediarle con su calculadora, poniendo a prueba las aptitudes de Max para el cálculo mental, o su vecina de al lado, muy preocupada por su alimentación, estas medianamente inofensivas, hasta las más peligrosas de la empresaria de Wall Street o los cabalistas, e incluso un fotógrafo (interpretado en un pequeño cameo por el autor de la banda sonora, Clint Mansell), aunque esta última ya forme parte de las múltiples paranoias de Max. El director emplea cámaras pegadas al cuerpo del protagonista, que representan la visión de éste, concretamente durante las persecuciones, tratando de acercar el personaje lo máximo posible al espectador, siendo éste un recurso que volvería a emplear en su segundo film, y que acentúa todavía más la sensación de agobio.

Como un Ícaro moderno, Max termina quemándose al acercarse demasiado a su sol particular, el conocimiento absoluto de las leyes que rigen el universo. A pesar de ser advertido por su preceptor Sol (un anciano matemático aficionado al go que abandonó sus investigaciones en torno a la teoría de números al toparse con el mismo peligroso número que potenciará los problemas de Max), también por un accidente que tuvo de niño al mirar al sol directamente a los ojos, y por un terrible sueño en la estación de metro en el que cada vez que pincha un cerebro con el bolígrafo (cada vez que se aproxima a la verdad) un tren se acerca para atropellarle, Max hará caso omiso de todo y sólo al final, tras atravesarse la cabeza con una taladradora y el posterior fundido a negro, en ese brillante epílogo en el banco del parque se dará cuenta de que está equivocado, o más correctamente, que hay cosas que tal vez no está destinado a conocer, pues cuando Jenna le pregunte sobre el resultado de una división jugando con su calculadora, Max lo único que podrá responder, pensando en otra cosa, con la mirada perdida en la caótica red de las hojas que pueblan uno de los árboles del parque es: «No lo sé».

Probablemente ninguno de nosotros estemos destinados a conocer aquello que Max busca, y que acaba derrotándole, pero yo no puedo evitar sentirme curioso como él cuando veo las formas geométricas que se adivinan en los caparazones de las tortugas, las espirales logarítmicas dibujadas en las conchas de los caracoles, o las circunferencias perfectas que forman nuestras pupilas, unas circunferencias cuyo radio y longitud están relacionados intímamente a través de un número de infinitas cifras decimales al que llamamos pi para abreviar, y unas pupilas a través de las que conocemos el mundo, pero… ¿Lo conocemos realmente?

(1) Hablando sobre Pi en una entrevista realizada por Joshua Klein para avclub.theonion.com

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martes, 2 de octubre de 2007

Opiniones en Aula de Cine

Reflejos en un ojo dorado
Saludos amigos otra recomendación para tener en cuenta para una futura proyección en el aula.
Película: REFLEJOS EN UN OJO DORADO de John Huston (1967) con Marlon Brando y Elizabeth Taylor.
Bombazo sobre la sordidez del sur.
Yose Fernández

The host

La fuerza de la película reside en que no se aferra a clichés hollywoodienses del género, mostrando en todo momento el director mucho pulso, con buenos giros de guión.
Film que trae una brisa de aire fresco al género, haciendo entrar al director al panorama internacional por la puerta grande, aunque no hay que olvidar sus películas anteriores, en las que ya se le veían maneras de gran director.
En "Perro ladrador, poco mordedor" Bong Joon-ho hacía un análisis de nuestras obsesiones en clave de comedia negra.
En "Crónica de un asesino en serie" analiza nuestro comportamiento ante las adversidades, demostrándose que el ser humano es capaz de cualquier cosa para conseguir sus propósitos.
En "The Host" hace un análisis de la sociedad coreana ante cualquier tipo de catástrofe, contándolo siempre, con esas dosis de humor negro que siempre introduce adecuadamente el director.
Altamente recomendable, no es un film de terror basura, a base de sustos como están hechos en la actualidad, este es terror, suspense y thriller del bueno. Esperemos que este director que tanto promete no se pierda en el camino de Hollywood.
Luis Miguel Machín Martín

Pi
Gran ópera prima de Darren Aronofsky, en el que deja entrever su enorme talento que más tarde desarrollaría totalmente en "Requiem por un sueño". Su estilo es innovador e impactante, inteligente a la vez que nada monótono.
Esta película fue rodada con apenas 27000 dolares, lo que demuestra aún más el talento de su director. Yo diría que estamos ante una de las 5 mejores películas independientes de la década de los 90.
Aronofsky nos introduce en la vida del matemático Max Cohen, aquejado desde pequeño de unas terribles migrañas. La película nos cuenta como Max trata de encontrar la clave del mercado bursátil y para ello ha de hallar el número Pi.
Altamente recomendable, aunque las dos cintas posteriores de Aronofsky superan a ésta en todos los sentidos.
Luis Miguel Machín Martín

Tres mujeres
La película cuenta las vivencias amorosas de tres mujeres que sufren por sus maridos, asemejándose a las situaciones cotidianas de la vida en pareja.
Está muy bien la iluminación y todos los medios que ha utilizado el autor para rodarlo teniendo en cuenta los recursos de la época. También es muy ocurrente el motivo por lo que lo ha hecho.
Usa la comedia y el drama de modo que el espectador no caiga en la distracción para no perder el argumento de la película.
La parte del ascensor es un momento clave de reconciliación de una pareja en crisis.
En mi opinión personal es de una película muy buena, entretenida y que no debería quedar en el olvido, me ha gustado mucho su mezcla de humor y drama sin ser muy triste, también es una buena idea que se halla puesto con subtitulos, ya que en su versión actualizada se pierde mucha calidad de sonido e imagen.
Dácil García Leal

Ante todo me gusta esto de que se cree una página para el aula de cine y que se proyecten películas en el pueblo aunque solo sea de vez en cuando porque me parece un atraso que hace 40 años hubiera un cine en el pueblo y desapareciera hasta que hace poco gracias a algunos fanáticos del cine se recuperara esta "tradición".
Creo que deberíais de proyectar alguna película española porque casi todas son extranjeras y las nuestras las dejáis para otro.
GRACIAS POR LEER MI PROPUESTA Y ESPERO QUE SIGÁIS CON ESTO POR MUCHOS AÑOS, O QUE CREÉIS UNOS MULTICINES LOS SAUCES.
Anónimo


El contacto doloroso

Uno debería de sentirse dichoso de poder disfrutar un viernes cualquiera de la maestría cinematográfica de Ingmar Bergman, y eso es lo que nos ofrece de una manera encomiable el Aula de Cine. Con la proyección de la película Tres mujeres (1952) estamos ante otra lección de cine del maestro sueco. Y como dice su viuda y musa, Liv Ullmann, que “Bergman no era Dios”, no estoy tan seguro. A pesar de que Tres mujeres sea considerada como una obra menor en su filmografía, tampoco estoy muy seguro. Sin ser un gran conocedor de su amplia producción cinematográfica puedo afirmar que Bergman era y es un cineasta moderno, moderno es su forma y moderno en su contenido. Sólo hay que fijarse con que abierta libertad trata ciertos temas, véase el abandono, el adulterio, la maternidad en solitario, la culpa, la sensualidad, la sexualidad, el erotismo, etc.

Tanto en la época en la que fue rodada la película como en la actualidad, Bergman sería un proscrito en el cine norteamericano comercial. Sus películas perecen tener sólo vigencia en la mentalidad europea. Por eso, Woody Allen al defender a ultranza el cine bergmaniano es considerado un bicho raro en el universo hollywoodiense. Es más, de un tiempo a esta parte, también en Europa las películas de este calibre, quiero decir, aquellas películas que respiran por otras fuentes, no tienen demasiada cabida en la vida diaria del gran público. Como si se tratasen de pergaminos acartonados son arrinconadas para el único disfrute de “cuatro” amantes del cine con mayúsculas. Ahora más que nunca es importante rescatar el cine de Bergman y no condenarlo a las “filmotecas”. Como también dice Liv Ullmann, “necesitamos este cine. Necesitamos conocer la obra de gente que nunca se vendió a Hollywood. Ese cine puede y debe hacerse, aunque no existan ni productores ni distribuidores dispuestos a defenderlo”.

Volviendo a la película que nos concierne, en Tres mujeres aborda de una manera explícita a través de diferentes perspectivas femeninas la confrontación con lo emotivo, con lo romántico o lo pasional, mezclado con temporal. Haciendo uso del recurso del flash-back nos va mostrando en boca de sus protagonistas las distintas experiencias en torno a sus relaciones amorosas, y éstas, como señala el filósofo francés Jean-Paul Sartre, el conflicto será el sentido que marque las relaciones con el otro. Bergman se apoya en esta máxima sartreana para tratar las tres historias mientras las tres mujeres esperan la llegada de sus respectivos maridos. Estas mujeres como si de una terapia de grupo se tratase se exponen al juicio de las demás desvelando sus más íntimas vivencias, sin importarles cómo pueden ser vistas por el resto de sus compañeras. A modo de catarsis colectiva apoyándose en la experiencia compartida, serán capaces de sacar un conocimiento profundo de sí mismas.

Bergman no duda en conectar lo sentimental con lo doloroso, demostrar que la vida es dialéctica, contradictoria y como dice Federico Lupi en Lugares comunes, un caos. Como el asesino difuso que nos sorprende en la vida, que la retuerce y quiebra, así son las relaciones humanas, y más cuando el motor de su existencia es el amor en todas sus vertientes. Esta misma forma de entender las relaciones amorosas reaparecerá constantemente en la obra fílmica de Bergman hasta convertirse en un sello inconfundible, una marca de calidad a la hora de tratar el tema del Otro.
Yose Fernández


Bueno, yo creo que esto de aula de cine esta muy bien,,,,pero también deberían poner películas "mas interesantes para el publico asistente a cada una de las proyecciones ya que es un publico adolescente"
mi propuesta como anónimo es que de vez en cuando pongan alguna película que se salga de los intereses de aula de cine, alguna película de humor, etc. como por ejemplo The Simpsons movie, o alguna por el estilo,, de esta forma yo con mi propuesta le intentaría dar un toque mas dinámico mas juvenil al aula de cine..........!GRACIAS POR LEER ESTA PROPUESTA Y A VER SI LA PUEDEN LLEVAR A CABO!.
Anónimo



Dersu Uzala:

Preciosa película de Kurosawa. Gran fotografía. Durante todo el metraje, el director emplea su ritmo pausado, tranquilo, idílico acorde con una de las protagonistas indiscutibles del film: La naturaleza. A pesar de los tópicos que rodean a Kurosawa, su cine no aburre, no está vacío, siempre tiene algo que contar, siempre tienen sus films deslumbrantes imágenes que pueden hacer creer que su cine es sólo eso, fotografía, aunque no es así, y lo demuestra a lo largo de su filmografía, desde "Rashomon" hasta "Los sueños de Akira Kurosawa". Grande entre los grandes, Kurosawa está en el olimpo de los directores de cine.
Luis Miguel Machín Martín


Anoche por casualidad en la tele vi unos comentarios sobre la película La chinoise de Jean Luc Godar, y me pareció que tenía posibilidades para ser proyectada en el aula de cine, ya que reunía las características de las que había hablado Roberto, es decir, va de jóvenes, es fresca, de estilo pop, y reflexiva sobre una visión de izquierdas y utópica. Se podría tener en consideración.
Pues ahí va mi sugerencia.
un abrazo
Yose Fernández



Haciendo memoria en aquellas películas que siempre están en la mente por ver algún día, me viene a la cabeza "Las uvas de la ira" de John Ford, basada en la obra literaria de John Steinbeck, la historia de viaje a través de la América profunda de una familia depauperada hacia una tierra de promesas y en busca del gran sueño americano sigue hoy en dia mas vigente que nunca con los grandes flujos migratorios sin menospreciar la calidad de la obra como refjejo de la literatura americana de la gran depresión que daría mucho que hablar en un debate. Esta novela me atrapó desde el primer momento aliñada con el disco de Bruce Sprinsteen "El fantasma de Tom Joad" protagonista de la novela y de la película en 1996. La calidad de la película puede ser baja por un estar rodada en blanco y negro y su antigüedad pero creo que merece le pena. un saludo.
Merchy Martín

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